jueves, 29 de enero de 2009

Más cine, por favor!


Qué bien me lo he pasado viendo el sensacional homenaje al cine que es Wall-e, una de las últimas joyas que Pixar nos ha regalado.

La gran mayoría de nosotros somos espectadores de clase media con una gran influencia cultural norteamericana, sobre todo desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Somos por eso los más adecuados destinatarios de la multitud de guiños de que está llena esta película.

Yo estoy convencido de que el formato en el que se presenta una obra de arte no decide a qué tipo de público está orientada. Sé que tradicionalmente el cómic y los dibujos animados se han dirigido al público infantil y juvenil, pero eso no obliga a cada nueva obra a seguir cumpliendo con ello.

Para mí, el caso de Wall-e, como el de muchas películas de animación por ordenador presentadas estos últimos años, es el que parte de un sencillo presupuesto: Las películas para niños van a ser vistas en compañía de adultos que supervisen su contenido, de modo que estas películas contendrán, en mayor o menor medida, elementos destinados al público adulto.

Independientemente de Pixar, este es el caso de Shrek, Ice Age, Los Increíbles, Spirit... y numerosos ejemplos más. Una de las claves del éxito de sentar juntos a niños y mayores está en el hecho de narrar los mismos cuentos clásicos de nuestra infancia (El Patito Feo, Hansel y Gretel, Pinocho, Pulgarcito, La Bella y la Bestia...), llenos de enseñanzas morales, con un nuevo envoltorio acorde a los nuevos tiempos, para una nueva generación de niños.

En Wall-e, desde los primeros segundos de metraje, encontramos referencias cinéfilas por todas partes, como los planos cenitales de la ciudad de basura calcados del Nueva York de West Side Story; y mientras que para los niños la historia se convierte en un cuento amable sobre (para variar) la redención del género humano a través de su naturaleza más terrenal, los adultos podemos ponernos a jugar a ver quién encuentra más guiños a clásicos del cine, de todos los géneros y todas las épocas.

Homenajes al cine mudo, a artistas como Chaplin, Buster Keaton, Harold Lloyd, a personajes intemporales, como los ya mencionados Pulgarcito, Pinocho, incluido su particular Pepito Grillo... cucaracha, en este caso... Por no mencionar toda la retahíla de libros y películas, de ciencia ficción u otros géneros, como E.T., 2001, Yo, Robot, Naves Silenciosas, Alguien Voló Sobre el Nido del Cuco (maravillosa y tierna la secuencia de los robots que funcionan mal), 1984, con esa combinación de Gran Hermano y el ojo rojo de Hal 9000 de 2001... en fin, interminable.

Para quienes os guste el cine, y la risa como aprendizaje, Wall-e. Vedla.

lunes, 26 de enero de 2009

Mi lugar

Muchos sabios antiguos, todos ellos convencidos de la existencia de Dios, dedicaron tiempo de sus vidas a pensar preguntas cuanto menos tan "curiosas" como si vivimos en el mejor de los mundos posibles. Sobre todo porque intentaban conciliar el hecho de que un ser perfecto hubiese creado un Mundo tan imperfecto.

A mí me parece una forma tan legítima como otras de perder el tiempo, dicho con todo respeto. Al menos sí reconozco que es mucho menos dañina que tantas otras.
Lo que yo pienso del Mundo que veo con mis ojos tiene más que ver con que poco importa eso realmente, ya que el panorama ha sido siempre bastante desolador, y lo que hay que hacer con el Mundo es transformarlo, en vez de entenderlo.

En esto sale automática la paradoja de que no podrás transformarlo si no lo entiendes antes, como si se tratase de un enfermo al que no puedes curar si antes no aciertas con el diagnóstico.

El caso es que con el paso de los siglos las palabras que empleamos para explicarlo han aumentado tanto como nuestra certeza de que no nos pondremos de acuerdo nunca en una sóla forma de verlo. Hemos cambiado la palabra "Mundo" por "sistema", y otras como "poder", "cultura", "derechos", "libertad" cambian conforme a la época histórica y el punto de vista desde el que se pronuncian.

Sin embargo, y pese a esta certeza que tengo acerca de que precisamente lo único cierto es que todo es incierto, sí veo verdades firmes en la vida en sociedad.
De antemano reconozco que lo que digo es producto del tiempo en el que vivo, de mis circunstancias personales y de mi lugar en el Mundo. Del que yo creo ocupar dentro de este "sistema". Y por eso sé que lo que para mí es una verdad intemporal, será visto con otros ojos en el futuro.

Una de esas verdades, que explica muchas otras, la encontré hecha palabras en el pensamiento de un hombre del siglo XX. Su pensamiento, sólido, lógico y justificado en los hechos de la Historia, no había salido de la nada, sino que es consecuente con otros pensamientos que le precedieron, y a los que sintetiza. Me estoy refiriendo a Marcuse, aplicando las ideas de Marx y Freud a la comprensión del Mundo. De aquél leemos:

"La crítica fundamental que realiza Marcuse en El Hombre Unidimensional indica que la sociedad moderna es capaz de asimilar cualquier forma de oposición que surja al interior de sí misma, y por tanto no existe ningún movimiento individual ni colectivo capaz de oponérsele o de socavar sus raíces socioeconómicas. Este hecho se contrasta fundamentalmente con el capitalismo temprano, en que el movimiento proletario era una fuerza con el potencial efectivo de derribar el régimen. El capitalismo avanzado que describe Marcuse, en cambio, ha generado a través de los estados de bienestar una mejora en el nivel de vida de los obreros, que es insignificante a nivel real, pero contundente en sus efectos: el movimiento proletario ha desaparecido, y aún los movimientos antisistémicos más emblemáticos, como el movimiento punk-anarquista o el movimiento bohemio han sido asimilados por la sociedad, y orientados a operar para los fines que la sociedad coactiva reconoce como válidos."

Todo este discurso tan complejo no es para nada nuevo, justamente porque atañe a aspectos primarios del comportamiento humano en masa, en sociedad. Y por eso es indiferente que se analice a una sociedad industrial de Occidente o a la plebe campesina de la antigua civilización china.
Sólo así puedo entender que 2.500 años y 10.000 kilómetros de distancia se salten de golpe con la misma idea, aunque con diferentes palabras:

3. Control

No alabando al honrado se evita el engaño,

No estimando lo raro se evita el robo,

No ostentando la belleza se evita la lujuria.

Así pues, el sabio controla a la gente:
Vaciando sus corazones,

Llenando sus vientres,

Debilitando sus ambiciones,

Y fortaleciendo sus cuerpos.

Si la gente carece de conocimiento y deseo

El más hábil entre ellos es incapaz de actuar
;

Si se evitan las acciones
Todos viven pacíficamente.


(Lao-Tse, Tao Te Ching)

miércoles, 21 de enero de 2009

El arte de la guerra

Cómo somos la gente. Un libro que explica por capítulos cuál es la mejor manera de hacerle la puñeta a tu enemigo, haciéndote consciente de sus desventajas y limitaciones y sacándoles el máximo partido, se ha convertido en un clásico, un referente del mejor pensamiento práctico, y ha trascendido durante siglos manteniendo su vigencia. Inteligencia para derrotar. Pero... y para entendernos, ¿qué?

El libro sobre cómo entenderte con tus semejantes, anticiparte a sus argumentos, poniéndote en su lugar, desarrollando consecuencias diferentes a las suyas con la misma base... el libro que trate de cómo las palabras intentan superar los prejuicios, las premisas basadas en intenciones supuestas, no demostradas, o sólo temidas, ese libro, si se ha escrito, debe de ser el más denostado e ignorado de todos.

La clave está en las emociones. Todo lo racional está limitado por lo emocional. Y la página de ese libro que habla de cómo los estados de ánimo, de cómo la relación personal que haya entre los que discuten (ni siquiera tienen un nombre concreto, como los enemigos, reconocibles y opuestos) condiciona no sólo su estrategia, sino incluso el contenido de sus argumentos, esa página, debe estar arrancada.

Y me cuesta mucho abrir mi percepción a algo que dé una explicación conjunta con lo racional y lo emocional, que parecen ser antagónicos. Me pregunto: ¿por qué lo que parece respeto por un enemigo en una lucha de argumentos tiene que parecer falta de respeto por un amigo? Yo creo verlo en la carga emocional.
No sé si seré capaz de expresarlo tal como lo pienso, pero lo intento.

Entiendo que tiene que tratarse de una cuestión de "expectativas". Al fin y al cabo, la etiqueta "enemigo", esa certeza al ponérsela a alguien, facilita mucho las cosas, ya que nos permite canalizar nuestras emociones en una sola dirección: La contraria a la suya. Las expectativas con un enemigo reconocido (el que también nos tiene como tal a nosotros) son siempre las mismas e impiden la sorpresa.

Sin embargo, con una persona a la que no consideramos nuestra "enemiga", pero a la que no etiquetamos en reconocimiento de su libertad para sobrepasar posibles prejuicios que pudiéramos aplicarle, limitándola, sólo es posible la incertidumbre.
Y ante esa incertidumbre, nacida como digo de nuestro deseo de no atentar contra su libertad de ser, cabe todo: La frustración, la decepción, la esperanza, la sorpresa, la complicidad, la indignación, la desilusión... Emociones.

Por eso siempre hace más daño un amigo que un enemigo. Por las expectativas.

lunes, 19 de enero de 2009

... si tú quieres, claro.

Nada. Que voy a destripar la frase "Las personas no cambian".
Esta frase nos la suelen decir nuestros mayores. Y por "mayores" me refiero a toda persona que haya vivido una situación antes que nosotros (aunque pueda ser más joven en edad, y supuestamente haya reflexionado sobre ella) cuando quieren hacernos ver que perdemos el tiempo si pensamos que vamos a "modelar" a los demás a nuestro gusto.

Hombre, desde mi punto de vista, a esa verdad le salen unos cuantos matices. Me pregunto si podré hablar de todos ellos con un poco de organización...
Lo primero que mi experiencia me dice es que las personas no cambian... si ellas no quieren. Luego sí pueden cambiar. Así que la frase mejor debería decir "no puedes cambiar a las personas, si ellas no quieren hacerlo". Y sucesivamente, de aquí salen también otros matices.

Por ejemplo, no cabe duda de que quien realiza el cambio, en una costumbre, en una actitud, en varias relacionadas... quien lo ejecuta, es la propia persona. Es obvio. Pero... os habreis fijado cuántas veces escuchamos "me has cambiado", "antes de conocerte, yo era de otra forma" y cosas así. Sin meterme en profundidades, lo de atribuir algo que tenemos por mérito a alguien a quien apreciamos, aparte de modestia mal entendida, es un puro acto de cariño: Hacerle partícipe hasta llegar a convertir en operador del cambio a otro, cuando lo habremos hecho nosotros mismos.

En fin. Conozco casos cercanos en los que hubo quien comenzó feliz y embargado por la magia de las afinidades, de lo compartido, y terminó harto de sentirse mangoneado por su ya ex.

Y a esto es a lo que voy. Me arriesgo y lo digo: No hay una sola relación personal, tenga la etiqueta que sea, que no lleve aparejada una cierta tensión entre lo que cada uno es para el otro y lo que cada uno querría que el otro fuera realmente.

Me refiero a que lo más infrecuente en las relaciones es que cada uno acepte al otro como es, y que en el balance diario, semanal, mensual, el que sea... que hagan de su relación, encontrarán siempre aspectos del otro que preferirían que encajasen más con su criterio.

Esa tensión deriva siempre en conflicto, ya que empiezan las comparaciones, las frustraciones por no encajar, el "¿por qué no te pareces más a mí?" (cuando en realidad pensamos "por qué no te pareces más a lo que yo creo que deberías ser, a lo que yo quiero que seas").

También es posible que decidamos cambiar algo de nosotros aunque nunca lo hubiéramos visto como un problema, un generador de equívocos o malentendidos. Algo que nos conduzca a que los demás interpreten nuestros actos, nuestras palabras, como cargados con intenciones que realmente no tenemos.
A ver. Cuidado. No es que tengamos que cambiar por el criterio ajeno, en contra del nuestro. Si así fuese, caeríamos en la situación inicial de reproches y manipulación. Lo que digo es que puede ocurrir que otro, razonadamente, y con ejemplos en la mano (situaciones anteriores idénticas o muy semejantes), nos argumente que nuestro derecho a ser como somos colisiona con unos resultados que nos prejudican. Que una actitud nuestra no dice de nosotros lo que nosotros creíamos que decía.

Y para alguien como yo, que tengo por principio que nuestros hechos nos definen mucho más auténticos que nuestras palabras ("eres lo que haces"), este matiz da muchísimo que pensar.

Lo dejo aquí. No profundizaré más por ahora. Si os interesa, comentaréis algo, y seguiremos viendo interpretaciones posibles. Y si no, pues a otra cosa.

viernes, 16 de enero de 2009

Una perfecta simetría

Lennon, Drexler, Keane...



Busco entre las ruinas signos de vida
pasando el ratón por los párrafos
haciendo clic por las fotografías

Ojalá le encontrase sentido a lo que hacemos
Consumiendo ciudades por el fuego
"los más sabios entre los animales"

¿Quién eres? ¿Para qué vives?
Diente por diente, quizás continuemos
Esta vida, es vivida en perfecta simetría
Lo que yo haga, así harán conmigo

Leo páginas y páginas de análisis
Buscando el marcador final
No estamos más cerca de lo que estábamos antes

¿Quién eres tú? ¿Para qué estás luchando?
¿La sagrada verdad? Hermano, yo elijo esta vida de mortal
Vivida en perfecta simetría
Lo que yo haga, así se hará conmigo
Como la aguja se desliza por la ranura de salida
Amor. Quizás lo sentirás también.

Y quizás encuentras la vida injusta
Y que se acaba demasiado pronto
Que no hay puertas de oro
Que no hay Cielo esperándote

Oh muchacho, deberías dejar esta ciudad
Vete mientras puedas, el contador se está parando
Las voces en las calles que amas
Todo es mejor cuando oyes esos sonidos

Los soñadores cobardes se esconden en las iglesias
Pedazos de fragmentos de autobuses de hora punta
Sueño en e-mails, frases gastadas
Kilómetros y kilómetros de páginas vacías

Envuélvete a mi cuerpo
Envuélvete a mi cuerpo
Mientras la aguja se desliza por la salida
Quizás yo también lo sentiré
Quizás tú también lo sentirás (x3)

Sueño en e-mails, frases gastadas
Kilómetros y kilómetros de páginas vacías.

Un mismo lenguaje

Tanta polémica con el deseo de desentrañar el alcance de las palabras me va a hacer aborrecerlas más de lo que ya hago normalmente.
Cualquiera lo diría, viendo cómo me enrollo y desenrollo en pensamientos densos y en vueltas y revueltas, matices, aclaraciones. Buff... Alto!!

Por favor, un poco de música.

jueves, 15 de enero de 2009

Discriminación "positiva" , prejuicios y cintas de video

- Ella dijo:

No estoy a la altura. Donde tú estás, yo no llego. A veces hablas de una manera que me pierdo, y eso... me hace sentir menos. Inferior.
Hay veces que te leo y pienso: "Esta persona es demasiado para mí." Siento como que no encajamos, porque habrá muchas más personas con las cuales puedas entenderte hablando y escribiendo de esa manera y sobre esos asuntos, que te resultarán por ello mucho más interesantes y atractivas que yo. Ante eso, poco tengo que hacer.

Ya te he dicho en anteriores conversaciones que estoy convencida de que el atractivo intelectual es un imán invencible. Mucho más poderoso que el atractivo físico, o la química personal. Así que tengo muy claro que es cuestión de tiempo que pierdas el interés en mí que tienes ahora, y encontrarás a alguna persona con la cual encajes con mucha más facilidad, y que se exprese como tú, de esa manera que a mí me parece pedante, afectada, y que no comprendo que se use pudiendo decir las cosas mucho más simples.

Estás ahí, metido en internet, donde hay montones de personas interesadas en conocer y en darse a conocer, buscando lo mismo que tú, precisamente esa conexión intelectual, esas afinidades.
Compréndeme que es lógico que piense así.


- Él se siente de muchos modos malos en pocos segundos. Lo racional de su cabeza le dice que el razonamiento de ella es lógico, y legítimo. Aunque es un error. Un error bien razonado no deja de ser un error.
Lo malo es cuando ya nos metemos en el asunto de que para uno es un error y para otro es una verdad con la cual vivir. Un principio, vamos.
Y él al instante piensa: Eso que para ella es un principio, para mí es un prejuicio.

Eso es. Me está discriminando, por "ser más" que ella, con sus propias palabras. ¿Por saber más? ¿Por conocer y poder hablar de las ideas de científicos y filósofos? ¿Los mismos que ella no conoce simplemente porque en su día él tuvo acceso a ellos, y ella no? ¿Es posible discriminar a alguien por eso? Es posible.
Tal como lo ve él, es lo mismo que ella se aleje de él por tenerle por más y en consecuencia por sentirse menos ante él, que si él la menospreciase por "no estar a su altura intelectualmente".
De veras, ¿acaso no es el mismo desprecio sobrevalorar a alguien por lo que sabe que despreciarlo por lo que no sabe?
Él así lo ve. A fin de cuentas, el resultado de tal prejuicio es el mismo: Las personas se alejan.
Después, en un nivel más íntimo, él cae en la cuenta de que esto no es la primera vez que le sucede. La anterior persona con la cual le ocurrió estaba casada con él.
Entonces se pone triste. Ante todo, porque se da cuenta de que ha tenido que sucederle una segunda vez para comprender el por qué de muchos celos antiguos, de muchas actitudes carceleras, de muchos miedos y actitudes talibanes.
Y en su memoria guardará desde ahora esas dos maneras que conoce de responder a lo que es: La de Liliput y la del País de los Gigantes.

Ah! Se me olvidaba. Lo de las cintas de video es porque tengo un montón de ellas llenas de películas que ya tengo en CD. Si alguien las quiere, que avise. Si no, las tiro al contenedor amarillo.

viernes, 9 de enero de 2009

Ideas ¿propias?

Eres lo que haces.
Está bien como declaración de principios. Una ética para la acción. Una persona se define por sus actos.
Ummm... ¡cuántas preguntas surgen! Nos hacemos mayores, y algunos hasta maduran. Pero, ¿qué es madurar? Bueno, creo que todos tenemos una idea general de qué muestra madurez en alguien: Hacerse cargo de los actos propios, asumir responsabilidades de las consecuencias de las decisiones, de las palabras, de las actitudes...
Sí a todo. Pero, ¿y tener un pensamiento propio? Esto ya me inquieta más.

Porque, una vez formada, más o menos académicamente, ¿puede decir una persona que tiene ideas propias? Ha estado recibiendo instrucción de la visión del Mundo de pensadores, artistas, políticos, economistas... de todas las épocas. Y junto con ello, la influencia del pensamiento de su familia, compañeros de estudios, amistades, y entorno social cercano.
Por si no fuera suficiente, los medios de comunicación que elija, o le sean impuestos por costumbre o por asimilación, determinarán también sus ideas, que así se aparecen como todo menos propias.

Pero yo discrepo. Yo sí creo que una persona puede tener ideas propias... aunque no originales. Me lo dijo Lennon un día, en una canción. Pero a él llegaré más adelante. Puede que el pensamiento propio sea una más de tantas combinaciones posibles de pensamientos ajenos, pero tal pensamiento es el que contribuye a basar un criterio único, personal.
Eso no quita que sea posible que dos o muchas más personas puedan sentir que comparten un pensamiento, o grandes semejanzas en sus puntos de vista sobre el Mundo. Sobre todo los que hayan formado su pensamiento con elementos comunes.

La clave está en la libertad. La libertad surge de la conciencia de ser único, individuo, pese a las mayores o menores semejanzas con otros. He leído con frecuencia que la personalidad se conforma por oposición, y que es necesario "otro" para poder ser "uno". Estoy de acuerdo, pero no creo que eso sea una limitación de la libertad: Sí, puede pensarse que estamos limitados a ser sólo lo que los otros que nos hayan tocado en la vida nos hacen ser, por oposición. Esto queda muy claro en el caso de los hermanos, pero es precisamente el hacerse consciente de nuestra individualidad lo que nos permite elegir. Y como podemos elegir no ser opuestos, o serlo sólo en lo que nos interese, somos libres.

Esto viene muy bien cuando nos planteamos el destino y el azar. Para mí, que no podamos controlar todo lo que nos rodea no nos convierte en juguetes del destino... ni del azar. Somos más dueños de nuestros actos de lo que pensamos, y aceptar eso es justamente para mí una señal de madurez.

Me ha pasado alguna vez que he ido armando pensamientos en la vida, y más tarde he descubierto aquello de lo que me previno... de lo que nos previno Lennon: "No puedes pensar ni decir nada que no haya sido pensado o dicho ya, es fácil". Creo que en entradas venideras iré mostrando mi pensamiento a través del de quienes elegí... o me eligieron, para formarlo, incluido él, claro.

jueves, 8 de enero de 2009

Declaración de un estudiante de literatura

Terminando ya con el rescate de escritos propios de otros sitios virtuales, traigo esta declaración, que se mantiene vigente:

Tengo en mi mente el recurso narrativo del sueño-visión de la tradición medieval. Tengo a Don Pedro Calderón y a Joseph Conrad, tengo a Aute y sus sueños, que cine son. Tengo al doctor Sigmund Freud y su inconsciente, a Derrida, a Foucault y a Lacan y sus deconstrucciones radicales hasta el más puro nihilismo. Tengo a Shakespeare y a Faulkner, y su vida que no es más que un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, y que nada significa.
Tengo a los insignes expertos psicólogos que afirman que la locura y la cordura comparten una frontera móvil que baila al son del criterio de cada experto.
Tengo una incerteza irresoluble para decidir qué es la verdad, y si alguna vez tú y yo compartiremos toda la amplitud de un razonamiento que queremos llamar lógico.
Nada de lo que no sé me impide asegurarte que todo lo que te digo sale de un reducto de algo que sólo puedo llamar "fe".
Me he construido un credo acerca de cuáles son las verdades a las que me remito cada vez que me afirmo capaz de distinguir entre lo que es real y lo que imagino, sueño, ansío, deseo...
Sé que no tengo nada, teniendo todo esto. Que todos los sabios muertos del mundo no pueden ayudarme a vivir convencido de dónde está ese límite que yo quiero poner entre lo que es y lo que no es.
Pero eso no me angustia. No me paraliza. Y no me impide tener esta certeza sobre ti y sobre mí.

martes, 6 de enero de 2009

La Impaciencia del Corazón

Esta vez, traigo el comentario que hice a la novela de Stefan Zweig en un club de lectura de internet, hace unos meses.

Primero, decir que he encontrado muchas frases excelentes para definir rasgos de la personalidad, carencias, manías, vicios, pasiones, miedos, y que su valor, como corresponde a algo tan profundo, está vigente de modo intemporal, sea en la Europa Central de la primera mitad del siglo XX, u hoy mismo. No reproduciré ningún pasaje en especial, porque acabaría llenando una entrada enorme, tan grande es el número de los que me tocaron.
En ellos hay montones de agudas observaciones psicológicas, sociológicas, sentimentales... sobre la naturaleza de las relaciones humanas. Sólo por esto la novela valdría mucho la pena. Pero hay muchísimo más.

Bueno. Es el relato de una tragedia en una época trágica, a cargo de uno de sus protagonistas. Es también el relato de una triste incomunicación, que paradójicamente, dice mil cosas: La confusión entre la realidad y el deseo, la falta de libertad del narrador-protagonista ante un mundo lleno de prejuicios que se interponen entre él y Edith...
Estos prejuicios son de varios tipos, pero demasiado numerosos para Hofmiller, incluso para ser derribados a lomos de un caballo.

Están los prejuicios de clase, me refiero a los económicos, a los que se expresan en relación a los bienes materiales. Hofmiller queda fascinado por el envoltorio, por el escenario de la acción, que le atrapa como la miel a la mosca. Él, un oficial del ejército imperial, donde la austeridad es una marca tanto externa como de carácter, sucumbe con facilidad al brillo, a las porcelanas, las pitilleras de oro...

Están los prejuicios de raza, claramente expuestos en la novela en un momento particular en que se habla de la vergüenza ante el compromiso con una familia judía. Aún en el caso de que no hubiesen sido abiertamente reconocidos en el relato de Hofmiller, sabiendo que nos encontramos en la Europa Central del primer tercio del siglo XX, el antisemitismo se debe dar por descontado. El hecho de que Hofmiller hable de ello, con todo, es una de esas señales que me inclinan a pensar en la novela como un relato catártico, una purga, una penitencia, por confesión de los pecados de un pasado que ya nunca le abandonará.

Están los prejuicios de género. Son obvios. El hecho de encontrarnos en un mundo caballeresco nos indica cuáles son los reducidos roles que corresponden a la mujer. Si además se acentúan con la juventud de Edith, el paternalismo que caracteriza las actitudes machistas, es decir, la posesión personal, la pertenencia, la dependencia... hacen que la rebeldía de Edith ante lo que es ( y no hablo aquí de su parálisis) como mujer, como niña, como quien se resiste al rol que le da un mundo de hombres ya por el mero hecho de ser mujer, se contemple como inmadurez ante la narración de Hofmiller. La mujer ha sido hasta hace... diez minutos, un bien material que quien tenía debía entregar en las mejores condiciones, e incluso pagando ( la dote) a quien se hiciese cargo de ella (increíble, verdad?). Por tanto, cobra aquí importancia capital el siguiente prejuicio.
El estético.

En esta historia, como en casi todas, novelas o reales (acaso no inspira la realidad a la ficción? o era al revés?), Edith ES una inválida. No está paralizada, sino que es una "inútil". A los ojos de todos, no "sirve" para lo que sí sirve Ilona. De ahí la enorme consternación de Hofmiller al descubrir que Edith ama, y no sólo eso, sino que desea. Que su cuerpo es mucho más que las piernas inmóviles. Y que su persona es mucho más que una niña caprichosa, sino una mujer que no se quiere resignar a vivir postrada, física y moralmente.
La novela, como en tantas historias, también en el teatro, presenta personajes desdoblados en dualidades: Tenemos a Hofmiller y al Doctor Condor, a Edith e Ilona, a Kekesfalva y al Coronel. Son personajes antitéticos. Sólo me detendré en el militar y el médico, y sin profundizar apenas, es obvia la elección de sus oficios para acentuar sus diferencias: El militar recibe órdenes, necesita una misión que cumplir, necesita conocer sus límites, la libertad de acción le desconcierta, y la rechaza y, además, como joven e inexperto, se siente seguro cuando le dicen qué debe hacer.
El médico vive, disfruta de una buena comida, incluso ante los ojos desdeñosos de un soldado más preocupado de una buena imagen... fachada. Es sensible, y asume sus sentimientos. Quizás sucumba a la culpa, pero he aquí uno de los puntos clave de la novela: la intervención de la mujer del médico, que no podía ser de otro modo, es CIEGA.

Solo aquí citaré el libro. Es claro cómo, hacia la pág. 447 de mi edición, leemos "Me incliné y besé la mano. Cuando levanté la cabeza, no comprendi que esa mujer de pelo gris y de boca áspera, y con la amargura de sus ojos ciegos, hubiera podido parecerme fea la primera vez, pues el amor y la compasión iluminaban su rostro. Tuve la impresión de que aquellos ojos que ya sólo reflejaban oscuridad para siempre sabían más de la realidad de la vida que todos los que pueden mirar el mundo claros y radiantes."
Ésta es para mí la clave de la historia, y su clímax. Al fin y al cabo, el resto, es previsible, y se consuma la tragedia.

Sobre la piedad, y la compasión, creo que son pasiones condicionadas por todos estos prejuicios. De modo que Edith abre su corazón a quien creía que no tenía en cuenta su aspecto, sino que la había visto con otros ojos. Cuando comprende que no es así, que nadie puede verla más allá de sus piernas, en fin... Está escrito.

lunes, 5 de enero de 2009

Te amo... aunque no te necesito

Amar no debería ser un "no puedo vivir sin ti" (por mucho que se sienta algo parecido). No se trata de competir en demostrar a quien amamos cómo lo pasamos de mal con su ausencia.
No hay nada egoísta en afirmar a quien amas que no le necesitas: Al contrario, le estás haciendo libre. Le dices: Te amo, pero no porque dependa de ti. Te amo porque me haces feliz estando. Podemos entonces deducir: Bueno, si te vas, entonces sufriré mucho... Y no tiene por qué ser así el amor: Si te vas, me dolerá, pero antes de que llegaras a mi vida, yo era una persona, y si realmente pensase que sólo puedo congeniar contigo, y tú no lo crees, entonces me tiraría de un puente... o te mataría: Ese amor inmaduro es el que lleva a los malos tratos psicológicos, a los físicos, al chantaje emocional, a anularse como persona, al "sin ti no soy nada", y a poner a otra persona al final de nuestra propia existencia.

Eso no es amor. Es miedo a estar a solas con uno mismo.
Y realmente las personas deseamos demasiado compartirnos como para pensar que sólo existe una única persona con la cual encajar.

domingo, 4 de enero de 2009

Irse a los bosques


Debo decir que el tema de Into the Wild, de la que oí hablar en Días de Cine, es uno de los fundamentales de la literatura, el cine, y tantas otras formas de arte en Norteamérica. De hecho, considero que la especial relación del ser humano con la inmensidad de la Naturaleza es el tema genuino para definir muchos de los rasgos de la idiosincrasia de los Estados Unidos.
Sé que estoy sonando pedante y rimbombante, pero cuando uno intenta hacer juicios que sintetizan conceptos esenciales acerca de eso que, precisamente, llamamos "naturaleza humana", pues... no puede evitar llenarse la boca de palabras gruesas.
Me refiero a que el regreso a la Naturaleza, como reflejo del fracaso de la civilización, es una constante en la iconografía que ellos mismos llaman "americana". Ese "naturalismo", que algunos pensadores han querido hacer surgir desde un existencialismo bastante más optimista que el de Sartre o Lacan, que a fin de cuentas aboca a un nihilismo muy muy negro, teñido del mensaje antiguo (y antiguo mensaje) de Plauto y Hobbes.
Y ya no me enrollo más que para recordar que existen multitud de muestras de ese vitalismo existencial en la cultura popular en Estados Unidos. Muchísimos westerns, para empezar, ejemplifican ese regreso a lo natural que hoy día tiene reflejo en la asunción ( por fin) de principios ecologistas a nivel global.
Siempre me acuerdo de la serie Grizzlie Adams, de Life in the Woods, de Walden, de Bailando con Lobos, de La Casa de la Pradera, de El Bosque de Tayac, Las Aventuras de Jeremiah Johnson, El Jinete Eléctrico...

y cito: "Me fui a los bosques porque deseaba vivir a conciencia, enfrentarme solamente a aquello que la Naturaleza tenía que mostrarme, para no descubrir, cuando llegase mi hora, que no había vivido". (H.D. Thoreau)

Tu voz

... y te encontrarás muchas veces en esa situación amarga de pensar que estás en un lugar en el que las cosas cambian a peor. Y dudarás de si vale la pena intervenir y luchar, porque sea precisamente el silencio de los dóciles lo que alimente ese cambio. O pensar quizás que ese cambio es inevitable, por mucho que luches, porque luchar es justamente lo que lo hunde, lo que hace que cambie a peor.
Haz lo que quieras, siempre. Pero entonces no te arrepientas, porque si exiges libertad para decirlo, sé al menos fiel a tus palabras. Si con ellas te derrotas, aunque no fuera ésa tu intención, haz tus maletas y recoge tus cosas. No es el fin del mundo, es sólo un mundo distinto.
Sí. Es verdad. Siempre te he dicho que al sistema se le vence desde dentro, aunque sea paradójico. Muchas veces he dudado de un principio tan sólido, porque vivir dentro del sistema obliga a comulgar con todos sus defectos.
Marcharse es muchas veces huir. Callarse es muchas veces otorgar. ¿Y quién puede saber seguro cuándo no lo es?
Ahora que estás de nuevo en la trinchera me miras, y ves que estoy contigo, a pesar de la distancia. Buscas en mi cara una respuesta a si voy a luchar, porque tú lucharás conmigo.
Lo sé.

viernes, 2 de enero de 2009

De bien nacido...

En mi adolescencia descubrí una reflexión muy aguda en la que no había reparado hasta aquel momento. Es posible que sólo entonces estuviera preparado para compartir tal pensamiento. Nunca sabes dónde te vas a encontrar una idea como ésta, que son el detonante de nuevas actitudes y nuevas perspectivas.
Podría perfectamente estar escondida entre las líneas del Quijote, dirigida a Sancho, a los Sanchos que hay en la vida de toda persona, pero no, estaba incluida en una peli de ciencia-ficción juvenil, y la proponía un personaje que ejercía un papel paternal y sereno frente a la audacia de la juventud:


¿Quién es más loco? ¿el loco, o el loco que sigue al loco?
Y me he acordado de esta frase a propósito de nosotros. Aunque, honestamente, en nuestro caso, no es ya que uno esté siguiendo al otro, sino que paso los días convencido de que alternamos esos papeles.

Sea como fuere, estuve echando la vista atrás, como bien le corresponde a estas fechas, y vi que si de algún modo aparento coherencia, si lo firme de mi actitud parece hacerme uno de esos idealistas, un loco digno de ser seguido, es porque un buen día tú apareciste con la suficiente lucidez como para hacerme ver que podía tomar la iniciativa, no sé si de ser mejor persona, pero seguro, seguro, de ser fiel a mí mismo.

Por algo tan esencial te estoy siempre agradecido. Y espero estar cerca de ti, como Quijote o como Sancho, según mande la ocasión, para que me equilibres, para que te equilibre.