jueves, 31 de diciembre de 2009

Años o Vida

2010 es una cifra redonda lo bastante llamativa como para haberla elegido alguna vez al preguntar cómo nos veríamos en el futuro.

Recuerdo preguntar a mis parientes y amigos, y ser también preguntado por ellos, “¿qué estarás haciendo en el 2010?”, o “¿cómo te imaginas en el 2010?”, “¿cómo será tu vida en el 2010?” y cosas por el estilo.

Personalmente, mis años 2007 (desde el verano), 2008 y 2009 han sido bastante parecidos en hechos y en sucesos, y aunque en resumen pudiera decir que habría dado lo mismo cambiar el orden, que poco se habría notado, tengo suficientes entendederas (eso creo) como para captar que todo ello, aun siendo repetitivo, me ha hecho crecer.

“Crecer”. Vaya. Desde hace un tiempo he estado releyendo lo que he escrito (casi el 100 % aquí en el blog), y encontré que necesitaba renombrarlo. Que muchas de esas ideas que había ido expresando y a las que fui poniendo etiquetas como “pensamientos” o “reflexiones” (junto con los comentarios que habéis querido aportar y las respuestas que me sugirieron) eran sobre todo modos particulares de asimilar lo vivido, de manera que tales etiquetas se me hicieron demasiado genéricas. Cuando quise encontrar una palabra baúl en la que incluirlas, pensé que ante todo había crecido, y no solo había sumado años.




Cuando me di cuenta de eso, pensé (y afortunadamente sentí) que ha valido la pena. Y entonces, como estamos en Navidad, y como yo soy de esas personas que deja para Navidad los mensajes y el contacto con mucha gente que quiero (en el sentido más amplio que puedo imaginar de “querer”), entonces, digo, deseé que para ellos también estos años hayan sido provechosos, aun con sus rutinas. Y más, les envié por escrito y con el menos convencional de los ánimos mi deseo de que el 2010 sea mucho más que una cifra redonda a recordar en… por ejemplo, 2020. Que el año que ya llega sea memorable solo como una coletilla para ubicar sucesos o hechos, ellos sí, dignos de ser marcas valiosas en sus vidas (también en la de quienes quiera que me leáis, por supuesto). En fin, que les hagan crecer. Que os hagan crecer.

En el año 2010 yo voy a seguir creciendo. Tengo esa certeza que me tranquiliza. No es un augurio, ni una apuesta, ni una ilusión (aunque me “haga” ilusión, que no es lo mismo). Es sencillamente que en los próximos meses concluirán varios procesos que promoví en su día, que afectan a mi trabajo y a mi familia, y cuyos resultados espero que lleguen sin prisa pero sin pausa, sin ruido, pero a plena luz. Me harán crecer, sean cuales sean. Sé a dónde me dirijo, y no saber si delante hay trampas, o encontrarlas donde no las esperaba, puede que me canse, pero no me desanima.

Unos por tradición, y otros por plena intención. Pero al final todos contamos con el azar como todo lo que no podemos controlar, y así nos referimos a él como algo activo y consciente cuando nos decimos “buena suerte”, “que te sonría la fortuna”…Ahora que lo pienso, una de mis hermanas siempre me ha dicho que tengo una estrella como una catedral.

Ya lo veremos.

martes, 27 de octubre de 2009

Que todo te vaya de fábula

Al niño que es. Al hombre que será.

La vida es un juego. Ahora lo es. Y después será un juego de la memoria. Rescatarás una parte de aquello, porque no es posible recordarlo todo. La mente se protege contra el dolor, pero ahora que apenas has juntado un ramo de espinas, juega.

Hay noches en que leemos cuentos de animales. Imagino que vienen de aquella época en la que todos vivían, vivíamos, en el campo. Sólo había aldeas, y hasta las ciudades eran solo aldeas más grandes. Así que los hombres, conviviendo en sus granjas, pastos, sembrados y bosques, con zorros desdeñosos, cuervos fáciles de adular, cerditos vagos… gallos presumidos y gallinas ingenuas, volcaron en ellos las flaquezas y virtudes de su naturaleza humana, y reflexionaron con esa belleza que reside en la sencillez de la filosofía del sentido común, para encontrar ese progreso del espíritu que llamamos “aprender”.

Los capítulos y pasajes de tu vida no terminan con una moraleja. Tendrás que sacársela tú, pero ay de ti si te equivocas al entender el mensaje, y tomas el atajo del bosque por haberte distraído antes en el camino.

Te dejo miguitas de pan por si te pilla la noche. No olvides que en todo hombre que ansía la libertad hay un pájaro que lo simboliza, y hoy te traigo un pasaje de una preciosa fábula con moraleja para toda la vida:
Un hombre-pájaro, humilde, sencillo, sin grandes aspiraciones ni ideales, solo procura la felicidad, pero contra su voluntad campan los caprichos de fuerzas superiores a él. Quizás el hombre corriente está llamado a grandes empresas por el azar, o quizás por el destino. El día y la noche, la Luz y la Oscuridad, luchan en guerra abierta manejando a su antojo el destino de los hombres.

Pero hay algo por lo que vale la pena luchar, y es lo que explica nuestra naturaleza: Amamos y somos amados. Hombres y pájaros. Y como los personajes de esta fábula, me pregunto, y te preguntarás: Es ist das höchste der Gefühle? ¿Es éste el más elevado de los sentimientos?

lunes, 12 de octubre de 2009

Las mejores intenciones.


Con las mejores intenciones puede hacerse mucho daño.

Veamos un supuesto práctico:

Dos amigos conversan en profundidad sobre sus respectivas actitudes en sus relaciones personales: Si son en pie de igualdad, o si (desgraciadamente como en el 90 % de las veces) se viven en un desequilibrio por el cual la tercera persona o ellos mismos se sienten necesitados del otro. Sea como fuere, entre esos dos amigos uno detecta que su misma relación consiste en una dependencia, ya que el uno ha llegado varias veces a afirmar que el otro tiene razón en sus razonamientos, a los cuales el uno dice que no habría llegado.El caso es que uno de los dos se apoya en el otro para encontrar respuestas, y ahí está el quid de la cuestión.

No me lío. Sí, acertais. Esta es una entrada más acerca de la dependencia. Uno de mis fantasmas recurrentes. Como John Nash, que aprendió a convivir con sus fantasmas en “Una Mente Maravillosa”, yo intento convivir con el fantasma de la dependencia en las relaciones personales. Y me la encuentro continuamente. No niego que lo ideal es relacionarse con la confianza de que no hay un sentimiento de responsabilidad y/o de protección que condicione.

Sin embargo, para bien o para mal (ya os digo que a mi humilde entender es para mal), siento que la tendencia natural de las personas es la de construir relaciones de dependencia con los otros. Al fin y al cabo, nacemos de lo más dependiente que podamos imaginar, y como niños y adolescentes crecemos pendientes de modelos de conducta, bailando entre unos y otros, y así construimos lo que somos.

Lo difícil es dar otro paso más. Así que, retomando nuestro supuesto práctico, lo más lógico y coherente es, una vez detectada esa dependencia, advertírsela a la otra parte, y combatirla de algún modo.

Ayyy, pero ése es el por qué de esta entrada: ¿Cómo combates una dependencia que forma parte de esa amistad tan profundamente que es la misma esencia de esa amistad? O sea, que es la que diferencia e identifica a esa amistad frente a cualquier otra.

Y pensando en ello, veo que la cosa consiste básicamente en decidirse entre dos opciones:
- Hacer como tan bien expresó Shakespeare en unos versos (leídos en una entrada reciente de Majo, y que vienen aquí como anillo al dedo), no tocar algo para no estropearlo cuando lo que se pretendía era mejorarlo,
- O ser leal a los propios principios (algo tan escaso hoy día), deshacer y volver a levantar una y otra vez lo construido hasta que quede equilibrado, y perseverar en ese ideal, aún a sabiendas de que... con las mejores intenciones puede hacerse mucho daño.

Quien os habla no es el rey del mambo. Puede hablar sereno de la dependencia, seguro de que la conoce bien. Pero... ya sabéis, este supuesto en realidad le sucedió a un amigo. ;-p

martes, 15 de septiembre de 2009

Estética de los tiempos que corren



Que la belleza está en el interior es algo que nadie se atrevería a negar, suponiendo que nos tomemos como “belleza” la bondad, claro está.
Como enseñanza es una verdad como un templo: Las apariencias engañan. Por muy bonito que sea el envoltorio, lo que cuenta es el fondo. ¿Qué más? Eeemmm… Entre forma y sustancia, la forma es secundaria, la sustancia es lo realmente valioso. Sí, desde luego.
Podríamos seguir así hasta el infinito, estirando esta contraposición entre lo sensual y lo intelectual y… es justo ahí donde yo veo que el argumento deja de tener razón. En los extremos nada es cierto. Y esto parece lo único cierto. Es como en el caso de la conocida paradoja de “debemos ser intolerantes con los intolerantes”.

A mí lo que me viene a decir todo esto es que cuando buscas la bondad en alguien, no se esconde en su aspecto. Que el Bien está en los actos, en los hechos, y que la Belleza no es la Bondad. Que no nos dejemos confundir, ni sobornar, ni hipnotizar por el atractivo de los sentidos. Vamos, que podemos hacer un viaje desde Disney hasta Descartes, pasando por Pixar, desde La Bella y la Bestia hasta “los sentidos nos engañan”, pasando por Shrek y sus capas de cebolla. O desde El Hombre Elefante hasta Las Amistades Peligrosas, desde Mask hasta La Impaciencia del Corazón.
Y al final, siempre es la misma conclusión: Existen personas hermosas y malvadas tanto como pueden existir personas feas hasta el cansancio y el colmo de la bondad.

Vale, Espejo, gracias por el recordatorio. Bueno. Muy bien. Pero ¿y qué pasa con la belleza en sí? Me refiero a la belleza que cada uno aprecia en las personas y en los objetos. La que es independiente de su valor, finalidad, destino. ¿Acaso no existe por sí misma? Creo que negarlo es como negar nuestra capacidad de tener criterio propio a nivel sensorial, y sensual.
Es la capacidad de vivir de acuerdo con unas ideas acerca del tamaño, la disposición espacial, la proporción, el color, la respuesta química, el magnetismo que de todo ello se deriva… Convierte a la belleza en algo tan subjetivo que permite convivir a las personas que encuentran irresistible a Cher (en sus múltiples versiones a lo largo de los años) o a Camela con las que se deleitan con Bach y Diane Kruger. Permite disfrutar de la variedad de gustos más amplia imaginable, de modo que es posible (aunque poco frecuente) encontrar personas extasiadas a la vez con Bach y Camela.
La apreciación de la belleza por sí es una buena prueba de la libertad del ser humano.

Es cierto que justo en este punto podemos tener en mente la dictadura estética de la moda, el canon de belleza, y el hecho de hasta qué extremo los gustos están condicionados. Esto me lleva directo a productores y consumidores, a multinacionales aliadas con expertos en comunicación, respondiendo a las pautas de la psicología social para poder interpretar, anticiparse y determinar los gustos de la mayoría.

Y he aquí la clave, para mí. El meollo del asunto. Se trata de un sistema de mayorías, y no de absolutos. Del mismo modo que en la democracia, yo creo que en la estética no hay universales. No hay modo de dar respuesta o de representar a la totalidad. Y en esas minorías, en esos decimales, se esconde la libertad. Esa cosa tan pequeña.

jueves, 2 de julio de 2009

Eres afortunado









Hubo un tiempo en que no existían las naciones, ni los estados. Sólo los pueblos. Los hombres se movían por la tierra para ocuparla toda. Se extendieron por paisajes diversos, y adaptaron su vida a los climas bajo cuyo cielo caminaron.
Muchas veces guerrearon por hacerse dueños del mismo territorio. Otras veces pudieron permitirse compartirlo. En las tierras más frías hablaron con más consonantes. En las más cálidas, con más vocales. Sus pieles y sus rasgos se diferenciaron porque los mejor adaptados sobrevivían en mayor número: en los lugares cálidos, los más morenos; en los lugares fríos, los más pálidos.

Pero los hombres nunca dejaron de moverse por la tierra, y aunque se asentaron para cultivarla, y obtuvieron bienestar, nunca dejaron de estar en contacto, y siempre fueron conscientes de lo que les diferenciaba y de lo que les asemejaba. Aparte de temerse y enfrentarse, también apreciaban a los viajeros, a los exploradores. A los que aprendían a hablar las lenguas de los Otros. Eran hombres que abrían puertas, y hacían el Mundo más cercano, porque mitigaban el temor y la desconfianza.

Hubo un tiempo en que unos hombres de piel blanca y cabellos lisos del color del trigo partieron para desembarcar en estas orillas desde una tierra más al Norte. Fue la misma época en la que más al Sur de aquí muchos hombres de piel oscura y cabellos rizados huyeron del desierto emergente. Y fueron sus nietos, o quizás sus bisnietos, los que se encontraron en este lugar. Puede que a medio camino de donde pretendían llegar… puede que justo en el sitio exacto. En su contacto, mezclaron su sangre. Muchas veces a la fuerza, algunas quizás por amor, ¿por qué no?
Además de con sus armas, viajaban con sus palabras, sus dioses, su arte y su música. Y a veces la compartieron, a veces la impusieron, y a veces se mezcló.

Tú eres hijo de esa mezcla. Tienes el cabello trigueño, los ojos verdes, la piel morena, y la sangre mora y celta. Eres de un puerto atlántico. Un puerto es una puerta. Recibe y despide a los hombres, que no han cesado de viajar durante milenios
Buscándose
Encontrándose
Conociéndose
Conócete a ti mismo
Cruza la puerta
Viaja

jueves, 25 de junio de 2009

Por lo bajinis


Llevo varios días discutiendo bastante a las malas con mi voz interior. Y es que en ese tiempo nos hemos puesto bien en contra uno de la otra. Como yo estoy cayendo (porque en esto se cae, seamos honestos) en la diplomacia y en las palabras medidas al milímetro, ella se está calentando hasta puntos molestos. ¿Lo veis?: “Hasta puntos molestos”. La dichosa diplomacia nos separa y nos aleja, cabreadísima ella porque yo no pueda decir simplemente que “está hasta los huevos”. Y es que lo de los modales al hablar es una parte del “civismo” en la que uno acaba muy fácilmente lejos de lo que sus sentimientos dirían si pudieran hablar con palabras libres.

A mí me da que es la soledad lo que nos está jodiendo. Teníamos muy buen rollo, la verdad. Pero, a rachas, supongo que por factores diversos que no conozco o que no reconozco, nos alejamos. A veces me llama “traidor”… a tanto llega la distancia. De manera que estuve meditando maneras de solucionar esto. No me digáis, que por divertida u ocurrente que pueda ser la situación, no es nada agradable, y mejor meterle mano más pronto que tarde. Y la cosa tiene su dificultad, porque ella suele hablar cuando yo estoy desarmado: Lejos de un lápiz y un papel, lejos del teclado, en la cama con la luz apagada antes de dormir, o justo antes de levantarme…

Me las arreglé para esconderme y esperarla. Sí, la engañé, justo. Igual que vosotros ahora creéis que os engaño, afirmando que puedo actuar a sus espaldas. No voy a revelar mis fuentes, como diría aquél, pero he hecho una especie de emboscada. De repente me he acordado de Tristanbraker y la cueva de la luna. ¿Os acordáis de aquellos primeros frikis del programa de Arús, “Al Ataque”? El tal Tristanbraker grababa psicofonías… bueno, pues aquí están las primeras psicofonías que he podido captar de mi voz interior, sin su conocimiento:

... y venga el Fernán-Gómez… joder, que se está apoderando de mí… no veo apenas noticias buenas, todo es una mierda de carencias, de falta de dinero, de oportunidades… y la cultura de la gente… hostias, la chavalería, joder, ¿estamos trabajando duro para ellos? ¿para estos? No, claro, los nuestros son víctimas… pero vamos a ver, ¿es que nadie es capaz de ver que ellos mismos son el problema? ¿Que ver el mal en los hijos ajenos y sólo en ellos es la madre del cordero?... cuánta ignorancia, dios… cruza los dedos, que tarde o temprano cualquiera podrá decirlo de ti. Te habrá pasado como a ellos, sin darte cuenta, tu hijo tomándote el pelo… y ¿qué le dices? … ¿que haga lo que debe? ¿un iluso cumplidor en un mundo de hienas?... joder, debería pensar en algo alegre, que se me hace mala sangre… y lo fácil que es meterle un grito a nadie que ni lo come ni lo bebe…

… debería escribir sobre esto, sobre aquello, sobre lo de más allá… una entrada para cada asunto, una entrada temática… na, muy limitado, ya está… así no me sirve… además, una entradita ahora con el conflicto de los límites de la libertad, de confundir derechos con abusos… y la parte de los deberes, que nadie tiene… vaya puta mierda… de amargado… lo peor es plantearte a ti mismo que suenas como un facha cuando dices que el personal ya se está pasando tres pueblos… pero ¿de qué vas?, joder, si hablas de ponerle un freno, multas, trabajos para la comunidad… na, un amargao…

… no me puedo creer que esta lluvia de Junio me esté jodiendo tanto… venga, reconócelo, no es la lluvia… la usas de excusa, “podría llover”, se dice cuando algo está fatal, y podría ir peor… y con ésas, cuando llueve, ya lo tienes… en bandeja… “nooo, es que estoy depre porque no para de llover…”, al carajo, mentira…

lunes, 25 de mayo de 2009

Abuelo, ¿qué es el Honor?



Con esta frase derribaba la nieta del Señor de Briz todo el castillo de arena que su abuelo había levantado en el aire a lo largo de su larga y orgullosa vida, en la película de Garci.

A mí, que me gusta tanto bucear por las connotaciones de las palabras, el Honor se me hace algo como la Vida. Como concepto es inabarcable, pero sin él no es posible nada. ¿O tal vez sí?
Así lo deben tomar en Oriente, pues a la misma altura lo situó el anterior Presidente del Gobierno de Corea del Sur (se dice rápido el cargo éste, pero estamos hablando de una potencia económica mundial, es como si aquí se tratase de Aznar o de González) cuando decidió dejarse caer por un barranco después de dejar una nota pidiendo perdón… porque ¡su mujer! había aceptado regalos millonarios de una empresa para ser favorecida en contratos públicos. Vamos, cohecho.

Estas personas sí saben qué es el Honor. Los orientales. Al Este del Mediterráneo. Pienso en los japoneses con el Harakiri, en los budistas con quemarse a lo bonzo… y hasta en los yihaddistas cuando prefieren morir antes que delatar a un compañero de lucha. Pero claro, la cosa se va degradando, son malos ejemplos. Gente trastornada, a los ojos occidentales.

Aquí seguramente sucede que nuestra espiritualidad está demasiado vejada por la religión dominante, que nos permite ser pragmáticos hasta la hipocresía: Los domingos nos damos golpes en el pecho y repetimos “por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa”, y después narramos como el Cantar de Mío Cid el desembarco y toma de un islote rocoso frente a las costas de África. Después nos escondemos detrás de tres personas uniformadas, a las que la tradición les ha enseñado a confundir defender la verdad con no chivarse de un compañero cobarde, y andamos huidos de las cámaras y los micrófonos “hasta que pase el temporal”…

Existe otro aspecto en el que los Orientales son diferentes a nosotros. Hace más de un año vi un debate en televisión en el que un hombre mayor, cansado y en el que el estrés había hecho mella cerrándole un ojo, no sólo esquivaba sin moverse sino que vapuleaba sin parpadear (de un ojo) a su rival, más activo, más audaz… menos informado. Los mayores, los muy mayores, los viejos, son respetados en Oriente donde más, porque allí la tradición no les ha hecho olvidar que una larga vida implica casi siempre un amplio conocimiento del carácter humano.

En cambio aquí nos vendemos por la juventud. Y si no somos jóvenes, hay que parecerlo. Sea como sea. La juventud es el éxito. De ahí el auge del deportista joven como modelo a imitar. El aspecto es lo más importante. Lo suficiente como para venderse por un buen traje. Hay que ser elegante, tener buen aspecto, pues será ahí donde nuestra inteligencia supina de votantes compruebe el mérito de un buen candidato.
Me pregunto si, como en el cuento, de no haberse parado la rueda, hubiéramos llegado a ver al que se abroga el título de “Molt Honorable President” caminando orgullosamente desnudo por las calles del Antic Regne.

miércoles, 20 de mayo de 2009

El paraíso

Yo quería ser libre. Mi libertad estaba lejos, y no sabía muy bien dónde. Según fui conociendo el mundo pude darle un refugio a mi libertad, y allí sería feliz. Podía ser un sitio con mar o sin él, con una de esas playas inmensas en marea baja o en las montañas. Tendría que haber un río, eso seguro. Pero no un arroyo para pescar, sino un gran río que pudiese navegar con una piragua, canoa, o lo que fuese propio. Alaska, Canadá, Siberia, Noruega... se fueron sucediendo.

Desde los paisajes más desolados hasta las sociedades más tolerantes y cívicas. Primero quise ser feliz solo, pero nunca solo del todo, sino en la Naturaleza. Encontrarme a mí mismo, y toda esa parafernalia, lejos de las gentes, en medio de la inmensidad, para facilitarme escuchar la voz interior, y tal y cual... para luego descubrir, como Chris Mc Candless, que la felicidad no existe si no la puedes compartir. Además, es difícil estar solo hoy día. Me lo explico siempre con una imagen típica, que aparece en muchas películas cuando reflexionan sobre lo de la libertad y la soledad:
Un hombre camina con su mochila por el desierto, o por una zona montañosa y con bosques vírgenes, se sienta en una roca, y cuando sobrepasa la cima de la montaña, de pronto pasa un trailer de seis ejes soltando una columna de humo tocando la bocina con toda, y devolviendo al ingenuo a la realidad. ¡¡¡MOOOOOOOOOC MOOOOOOOOOC!!!

Pero yo seguía queriendo ser libre. Así que después pensé en rescatar la bondad humana (la mía y la que le suponía a los demás), empecé a pensar que mi libertad estaba en sitios poblados, más o menos urbanos, pero en contacto con otras gentes, semejantes a mí, que en realidad me harían descubrir que yo podía existir en otro ser. Que ya no se trataba de descubrirme en las rocas o en los bosques, sino en las conciencias ajenas, de modo que espíritus abiertos y emprendedores me aportarían la libertad que buscaba. Mi libertad estaba ahora en Suiza, Holanda, Dinamarca...

Después fui dándome cuenta de que seguramente la libertad no está en un lugar necesariamente, sino que el mejor lugar para sentirse libre está dentro de uno mismo, en su conciencia de la libertad, y que suele ser así como viene aparejada la felicidad. Fue cuando me dedicaba a leer pensamientos marxistas y postmodernos, y casi me entra la depre aceptando el hecho de la quimera de la libertad en la sociedad "opulenta", y toda la palabrería asociada.

Así que no sé si demasiado pronto. Pero el hecho es que a los 36 he dejado de buscar la libertad. Y por tanto he dejado de buscar la felicidad. Cuando estoy optimista, la mayoría del tiempo, pienso que no la busco porque ya la tengo. Ambas. Cuando no, tampoco así vuelvo a buscarla.

En fin.

martes, 12 de mayo de 2009

Bien está lo que bien acaba... cuando acabe

Las cosas me estaban yendo lo bastante bien como para no venir a desahogarme al blog. Umm… debería ajustarme más a lo que quiero decir en realidad. A ver, no es que ahora me vayan mal. Mejor decir que hay veces que me tomo peor las cosas de siempre, y acabo aquí. Sí, eso es más apropiado.

En fin. ¿Y de qué voy a desbarrar hoy? ¿Otra vez de ansiedades y frustraciones? Creo que no. ¿De por qué tenemos miedo a los demás y vivimos con careta? Tampoco. ¿De lo imposible que es expresar nuestros sentimientos y estados de ánimo con palabras? No, que entonces ni habría entrado.

En realidad venía pensando estos días en qué es este blog para mí. ¿Para qué me sirve? Quiero decir, si no me aturullo, que sé de sobra por qué lo abrí, pero me pregunto si cumple con una de las misiones que le atribuí al empezarlo.
Por ejemplo, ahora estoy pensando en lo bien que me ha venido hablar en público de muchas historias negativas, propias o de afines, con la ventaja del anonimato… y ¡plaf! justo ahí, donde aparece la idea de “anónimo”, y de lo útil que es para evitar que nos hieran desconocidos al saber “demasiado” de nosotros (¿”demasiado?”= lo justo como para convertir nuestro más pequeño signo de debilidad en algo con lo que dominarnos), es justo ahí, digo, donde el blog falla.
Donde fallamos con el blog.

¿Por qué? Para responder a esto, yo cuento con un factor externo al blog, sin el cual seguramente no habría podido caer en la cuenta de lo que os digo:
Yo hablo (y escucho) a diario con alguien que me conoce en persona, conoce mi pasado y mi presente, y veo con total claridad qué distinta es la comunicación verbal de la escrita en cuanto a su capacidad para ser lo más fiel al sentimiento y al pensamiento que la causan. De forma que si son los comentarios de esa persona los más precisos es por algo ajeno, por encima del texto. Si son los más certeros y exactos, no tiene nada que ver con cómo los he expresado en el blog.

Y lo que todo ello implica es: Que siento que el anonimato y la escritura convierten mi comunicación con todos los que no me conocen en persona en una partida de poker con las cartas marcadas. Y “jugar” las manos sabiendo cuál es resultado antes de empezar me hace sentir el “juego” como una trampa, y lo que es peor, como algo inútil. Y no me consuela saber (siguiendo con el símil) el valor que hay en jugar por jugar, ya que me importa mucho ese objetivo del que hablé antes por el cual abrí el blog.


Así que con estas paranoias me he pasado las últimas fechas. Pensando en que hay algo incompatible entre ser anónimo y conocerse a uno mismo. Por eso me he planteado terminar el blog. Al fin y al cabo, el papel que le di no lo cumple ya, si de veras lo hizo alguna vez. Pero no es algo tan simple como cerrarlo y adiós. Bien podría reconvertirlo, otorgarle otro valor, y así otro objetivo. Eso cambiaría sus contenidos, aunque lo ya escrito perdurará, y quizás eso lo convierta en más aburrido… pero francamente, si eso me hiciese vacilar y seguir jugando marcado, ya no sería yo.

miércoles, 22 de abril de 2009

Negra sobre blanco



Mira... no es por nada, pero no me tengo por un colgado, ni friki. Y aún así, sé que existe. Muchas veces nos vemos a nosotros mismos como bichos raros porque la vemos. Sí, por favor no me tomes a broma.

Pertenece... no sé explicarlo. Como si fuera un plano diferente de la realidad, que es donde estamos cuando hacemos lo cotidiano. Ir al banco, a sellar el paro, al súper. Qué sé yo, Mientras limpiamos la casa, o ponemos las lavadoras. Cuando estás atareado no la verás. Ni de coña. Y ¿ves? Justo ahora que te lo voy contando caigo en la cuenta:

Necesitas una especie de trance. Mucho silencio, así que la soledad ayuda. Deja que te lo explique, y acabas de acuerdo conmigo. Ya verás. Es como esa canción, ésa que dice que nada es real, y que la vida es sueño, ríe ahora y llora luego. Pues eso. A ver si no me lío, porque una cosa es sentirlo, y otra ponerle palabras.

Me vienen un montón de palabras a la cabeza para asociarlas con ella: Coherencia, integridad, dignidad, sensatez, franqueza... y también hipocresía, ignorancia, suficiencia, contumacia... y una inevitable sensación de ridiculez y vergüenza ajena. Ah! Y de bloqueo. En serio. Yo me bloqueo. Es horrible, y me da mucha rabia, porque por mucho que pase, no consigo estar prevenido para una nueva. Eso uno. Y dos, porque ya me sale como un resorte: Al instante pienso que puede estar ocurriéndome a mí mismo, confundiendo integridad con estupidez, y cayendo en una prepotencia que no me podría perdonar. Me muero del corte si descubro que yo también lo hago.

No te pierdas. Tranqui. Estoy seguro de que tú sabes a qué me refiero. Si no lo creyera no te lo contaría. Yo me quedo rumiando. Prefiero esa palabra, lo define mejor. Pasar una idea por varios criterios, incluso de delante hacia atrás, volviendo sobre los pasos por si me dejase algo. Pensando a la inversa, ya sabes, en el lugar del otro, para encontrar más fácil explicaciones a qué le impulsa a hacerlo.

Ahora ya lo apuesto todo. No estoy loco. Mira: Es una experiencia en concreto, o una racha, buena o mala, la que te espabila, y te baja de la nube. Dejas de hablar de ti mismo con certezas y en términos absolutos. Y, paradojas de la vida, eso no implica ignorar tus límites. Simplemente sabes que cuanto más seguro te crees de cómo eres, antes te contradices.
En cambio, empiezas a ver a montones de personas... entre tus conocidos, parientes, compañeros de trabajo... en fin, tu mundo cercano, que se juzgan siempre con una condescendencia y autosuficiencia ridícula, culpable, con algo que te acaba dando la risa... por no llorar. Yo la llamo “la mota negra sobre la sonrisa profidén” (que rima con “que le den”) Y acabas pensando cuánta humildad, o prudencia, o sentido común, yo qué sé... tendríamos que procurar, para dejar de verla.

Te dije que la verías.



jueves, 9 de abril de 2009

Ascensores por todas partes...

Republicano convencido como soy, me declaro también contento con Juan Carlos I hasta ahora. Porque lo veo como un embajador más. Y según parece, ya que no hay prensa que a día de hoy haya encontrado pruebas contra su don de gentes, para ser un rey vende bien la modernidad en que vivimos... pese a los obispos.

El caso es que no vengo a hablar del rey, sino de lo bien que me viene su cita más famosa actualmente para esta entrada: Sí, acertais: "¡¡¿Por qué no te callas?!!".
Pues eso mismo me pregunto yo cada vez que me encuentro con un amigo... bueno, más bien un conocido amable. No sé qué pensar, aunque últimamente lo veo como si viviese en un estado de ascensor permanente.

No me molestaría en absoluto si no fuera porque lo poco que conozco me dice que puede dar mucho más de sí que conversaciones o frases superficiales de cortesía, como el eco... Quizás todo esté en mi mente, y sea mío el problema por esperar de él lo que creía que podría ofrecerme, o puede que yo tenga razón, y mi "amigo" aparentaría lo mismo a cualquiera aparte de mí.

Y es así. Lamentablemente, de un tiempo a esta parte nos vemos, con tiempo de sobra (y no es mucho suponer que él también lo tiene, ya que sale a mi encuentro) y como si se tratase de una broma de cámara oculta, simplemente habla, y habla, y habla... y no dice nada. O lo que es peor, repite con sus palabras lo que yo le he contado. El colmo es ya cuando responde "sí, ¿verdad?", o "nooo, en absoluto" a propuestas que le hago que requieren una respuesta argumentada por su parte.

Francamente, no hay que ser muy listo para darse cuenta de que me está siguiendo la corriente, o lo que es igual, que dice lo que haga falta para no llevarme la contraria nunca. Él sabrá por qué lo hace. A mí me entristece, ante todo porque me quiero mucho, lo bastante como para pensar que merezco de él un poco más de calado del que obtengo.

Creedme que no hay ocasión en que no me plantee si yo puedo estar causándole precisamente la misma impresión, pero al final acabaré desechando eso también. Y es que desde hace poco me pilla prevenido, y converso sobre aviso. Nada. Sucede igual. Es como si todo fuera una interminable conversación de ascensor: El tiempo, los precios, los precios, el tiempo... No se me ocurre de dónde le nace esa necesidad invencible de romper el silencio... como si le diera miedo. Si va a ser cosa de las multinacionales de la comunicación. Tanto machacarnos con los avances en tecnología para que nos sintamos culpables de desperdiciar la oportunidad que nos dan para no quedarnos callados...

En fin, algún día si sigue en ese plan le mandaré un poquito a la mierda. Quizás cuando me canse tanto como para creerme mejor que él le espete un soberano "¡¡¿Por qué no te callas?!!"... Mi padre tuvo tiempo de advertirme "nunca digas cosas que son evidentes". Intentaré acordarme siempre que me suba a un ascensor.

sábado, 4 de abril de 2009

A vueltas sobre lo mismo



- ... y me fui dando cuenta de que sucede siempre. Y no tiene pinta de parar: Como no hay dos personas iguales, es imposible evitar esos típicos malentendidos por dar por hecho que el otro hará lo que nosotros haríamos. Y ¡plaf! no lo hace.

- ¡Justo! Y es verdad que no hay remedio que lo impida... así que más vale asumirlo. Y me dirás: ¿Qué entiendes tú por "asumirlo"? Y yo te diría: "Hombreee, asumirlo es reconocer que el otro es libre de sorprenderte. Cómo decirlo... A ver, que cada cual tiene sus ideas sobre en qué consiste la confianza, palabra mágica, y que cuanto más pones de tu parte para completar los "huecos" en los que no conoces al otro, más fácil es que haya un malentendido, por mucha confianza que exista".
Ya sabes. Aparecen los "no me parece normal", los "no sé si esto va para alante o para atrás", "me desconciertas"... cuando precisamente tú no has hecho nada con la intención de desconcertar a nadie.

- Ya. Y los "el que te entienda, que te compre", y "déjalo, no pasa nada, si no te voy a comprar"... Pues a eso iba. Que al final, es como si fuera una cuestión de tiempos. De ritmo. Uno está más acostumbrado que otro a profundizar en menos tiempo, con menos "material" disponible, por decirlo de alguna forma.

- No. Yaa, a ver, sí. Pero no sólo es por cosa de ritmos. Me refiero a que no todo se tiene que reducir a una suma de datos en un plazo de tiempo. Para mí son muy importantes los estados de ánimo, o sea, que como no estás siempre del mismo humor, unos días estás más comunicativo y otros menos. Y el otro está ahí, a piñón fijo, y eso hace que la confianza... como si menguara, como si hubiera recelos. Pero no tiene que ser nada personal contra esa persona en particular, sino que te sientes lejos de todos, como si lo buscases. Y el otro nunca sabe si quieres estar aislado para que te vengan a buscar, o porque en realidad no deseas compartirte con nadie. No sé.

- Buenoo... eso de que el otro está a piñón fijo... ya ves, cada uno es de su madre y de su padre...

- ¡O no!

- ¡JAJAJA! Yaaa, como lo de Martes y Trece, ¿no?: Elijo yo, que el hijo es mío. Tuyo, no sé, pero mío, sí.

- Sí, eso. Pero en serio, que por eso es tan difícil. Entre los ritmos, los estados de ánimo, la distancia y los horarios... menudo panorama.

- ¡Qué cuadro, señores, qué cuadro! En fin...


jueves, 2 de abril de 2009

Deberíamos irnos los dos



No sé quién dijo "confieso que he leído". Es igual. Yo también confieso que he leído... el lomo de un libro en las estanterías de la casa de mi padre que decía "Las Cárceles del Alma" y "Lajos Zilahy". Eso fue hace muchos años. Nunca lo leí...
Después oí por la radio que Sting había sacado un nuevo álbum y lo había titulado "The Soul Cages", y el poco inglés que sabía me dijo que ambas obras debían tener algo que ver.

La cuestión es que esa expresión me había impactado desde siempre. Me hacía imaginar los barrotes, en primer lugar. Negros y fríos. Infranqueables. Y muy crueles, porque al contrario que una pared, te dejan ver todo lo que hay fuera, lo que te estás perdiendo, de lo que te están privando.

Con el tiempo y la experiencia me fui dando cuenta de que es el ideal de justicia el que supone demasiadas cosas negativas en las vidas de las personas. Y además es una buena explicación a que los barrotes que nos encarcelan son levantados por nosotros mismos.
Por si no lo había aprendido en mi propia vida, encuentro tal enseñanza en eso que tiene de reválida cuando nos convertimos en padres. Veo a mi hijo empezando a aprender a aceptar la diferencia entre el Bien y el Mal, y cómo nace en él en consecuencia no sólo el sentido de la justicia, sino la paralela frustración de vivir todo eso que ocurre, y le ocurre, en contra de ella.

Y me acuerdo de mí como niño, y queriendo explicárselo a él me explico a mí mismo que es esa frustración la que nos hace nacer el miedo, la prudencia, la parálisis... todos los nombres de los enemigos de la inocencia. La misma que después nos pasamos pensando en recuperar los ratos que nos permitimos soñar despiertos.

Pero a veces, en días como hoy, corrientes aparentemente, nos llevamos una sorpresa feliz. Quizás exagere, fruto de alguna necesidad o desesperación que no reconoceré jamás. A veces descubres una verdad que en cierto modo te libera de esos barrotes que con tu miedo has levantado. Puede ser una voz en tu oreja, hablándote en la almohada, o con los labios cerca del oído aprovechando un baile lento, o al otro lado del teléfono. Es igual.

Escuchas esas palabras y por un momento dudas, aún sorprendido por comprobar que es posible también para ti. Que puedes vivir despierto el momento exacto en el que otra persona desea contigo lo mismo que deseas tú con ella.
Y sólo esperas que esa persona pueda a su vez derribar sus barrotes , igual que tú acabas de quebrar los tuyos haciendo tuya su voz. Y por eso repites la frase en voz alta.

A mi editora.

viernes, 27 de marzo de 2009

Pichurri y el plasma



Amor mío, ¿cuántas pantallas de plasma valgo? ¿cuántos LCD me adoras?. Yo te quiero más que todos mis puntos moviestar, ya lo sabes...

Allí estábamos, en medio de aquel pasillo de sección de la Audiencia, mi compañero y yo, testigos en otro proceso, esperando a que nos llamaran. Y testigos involuntarios fuimos de la escena que os voy a contar. Escena que me trajo de nuevo a la memoria la horrible mesa de rueda de carreta estilo Rodeo con la que Harry perdía el temple intentando hacer ver a sus amigos que si no se ponían de acuerdo de una vez sobre ella, acabarían convirtiéndola en el origen de su separación.


Volvamos a la audiencia. En este caso se trataba de una mujer de acento colombiano, más cerca de los 45 que de los 40, con un gusto peculiar acerca de las botas camperas y el pelo cardado, negro, brillante, cayendo en melena rizada sobre el lomo de una torera que no acierto a describir por falta de vocabulario sobre estilo. Tenía la expresión confusa, como empeñada en asimilar la lógica demoledora del discurso con el que la acribillaba el asesor de gafas que tenía delante.

Su abogado (SAAAAAAAALLLLLL, RATITAAAA!!!), de los del gremio de pelo engominado estirado hasta el horizonte de su nuca, con un trozo de tela negra acrílica doblado sobre un antebrazo (así se dobla la autoridad con la que se in-visten sus señorías), y con una carpeta demasiado pequeña para los papelotes que mordía, se esforzaba en persuadirla de lo valioso que sería para ella renunciar a su empleo deliberadamente, a la hora de quedarse con el televisor de plasma que su presuntamente ya exmarido (ex- marido, o simplemente, pringao) había adquirido en los esplendorosos tiempos de Coffeedis, y que por supuesto había sido incapaz de financiar, convencido (sugestionado por hipnosis publicitaria, diría yo) de que las vacas engordaban hasta el Infinito... y más allá.

Atento al detalle de que mi compañero está ultimando sus estudios de Sociología, me atreví preso de la sorna a sugerirle tema y título para uno de sus trabajos: El Amor y los Bienes Materiales (claramente un homenaje encubierto a un título tan sugerente, ambicioso y opuesto al materialismo como Beatriz y los Cuerpos Celestes, de la Echevarría). En fin, pedante que es uno...

Con una sonrisa más resignada que entusiasta, compartimos esa pequeña desolación que aparece inevitablemente con cada proyecto que no sale como se espera cuando comienza.


Y uno no puede vencer la tentación de encontrar una explicación justiciera (influencia del lugar, supongo) a esos desencuentros: Eso os pasa, como al 99 % de las parejas (que para eso se inventaron las estadísticas, vaya), por transformar vuestros sentimientos hacia el otro en electrodomésticos. En la era del centrino, hay demasiado cenutrio.

¡Ad-judicado! Digooo... ¡Visto para sentencia!

sábado, 21 de marzo de 2009

La Muerte y los Mesías



El número de personas que se tienen que morir para que uno aprenda puede variar muchísimo de unos a otros. Algunos de hecho se mueren sin haberlo aprendido. Hoy me siento más fuerte porque siento que he aprendido de esas muertes. Que lo he aprendido, pensando con ello que en realidad es sólo eso lo que se puede aprender, aunque como consecuencia la perspectiva y las actitudes cambian de tal manera que uno se siente más libre, y por tanto más fuerte.


¿Y qué es? Ah! Nada que no sepamos, aunque lo ignoramos al evitar contar con semejante tabú en nuestro día a día. A mí me da que el tabú nace de confundir tener en cuenta todos los días a la Muerte con vivir postrado por el miedo a que llegue "antes de tiempo". Me hace gracia esto: Como no podemos controlar su llegada, estando como estamos más o menos a expensas del azar (los accidentes ocurren...) vivimos demasiado tiempo pensando que no estamos preparados si nos pilla jóvenes, y sobre todo, sin haber cumplido con un mínimo de expectativas más o menos convencionales: Tener un libro, plantar un hijo, y escribir un árbol. O algo así...

El caso es que en el tiempo que he vuelto a vivir con mi madre (suma de sentimientos contradictorios y deseo de que esa convivencia no dure tanto como está durando) he estado más cerca que nunca de la Muerte...


Tranquilos, esto no tiene nada que ver con Norman Bates, por mucho que vuestra imaginación os juegue surreales pasadas. Hablo de cómo, sana como está, se suceden a su alrededor cada vez más a menudo las enfermedades, los achaques, los "con lo que esa persona era, y ahora...", los "¿sabes quién se ha muerto?", los "me han dicho que está fatal"... y el peor de todos los males: "ya no conoce a nadie".
Hablo de cómo se le va haciendo más y más presente ( y con ella, a mí) el hecho de la Muerte, de no estar. Del vacío. Como si no se le hubiera hecho bastante presente tras haber ido perdiendo a su padre, a su suegro, a su madre, a su marido, a amigos...

Pero de las dos actitudes que como mínimo hay ante la Muerte, yo me quedo con la que me libera. Me lo debo ante todo a mí mismo, a mi deber de vivir para el Bien, propio y ajeno. Se lo debo al propósito de que las muertes de los seres queridos no pueden ser en vano. Y aunque sólo sea por la persistencia de la vida por abrirse camino, con el nombre de mi peque.

Por ello soy optimista. Y fuerte. Y a los que me ven con una tierna condescendencia por mi inocente ignorancia, por no haber sufrido lo bastante como para estar más "de vuelta", les digo lo de siempre. Que esto no es un valle de lágrimas. Puedes vivir esperando que un día llegue alguien que te muestre la luz. Alguien a quien seguir o de quien colgarse, delegando en él el poder de liberarte. Puede ser un dios, un ídolo, un filósofo, un líder político, un pariente, un compañero. Llamémosle liberarse, madurar, hacerse mayor, crecer... Da lo mismo el nombre. Que venga quien quiera. Que llegue.
Que lo que yo tenía que aprender me lo enseñó quien se fue. Al irse.

martes, 10 de marzo de 2009

Recuerdo de lo no vivido



Caminábamos por las tablas del paseo, y el aire salobre se empeñaba en llenarte la cara de reflejos arrosados por el oro. Los niños mezclaban sus voces con el planeo de las gaviotas, y tu madre nos miraba por la ventana de la cocina, exprimiendo limones mientras sacaba el jugo de un recuerdo de juventud.

Me percaté entonces de lo poco que faltaba para terminar la playa, y aunque ya llevábamos tiempo en silencio, las sílabas de tu voz permanecían en mi cabeza.

viernes, 6 de marzo de 2009

Dentro y Fuera

Hasta que supe lo que es "estar dentro", una "entrada" sólo era un término del béisbol por la que un equipo tenía una vuelta completa al campo, alrededor del "diamante". En fin, ¡cómo cambian los tiempos! Hoy, caminando por la calle, vi una nota pegada al cristal de un escaparate. Decía "Vendo Wii Chipeada"... y eso. Que ya no es sólo la cuestión de siempre de que los mayores no entienden a los jóvenes. También es que los de "fuera" no entienden a los de "dentro".

Si estás "dentro", para ti ripear no es ningún misterio. Menos aún craquear. Pero con ésas, ni falta que te hace saber nada de esto cuando entras en una nueva dimensión. Y no exagero (pese a mi tendencia). Así la veo yo, un Universo completo en 4 dimensiones, pero que se va como vino: Apretando un botón.

Eso es el Universo Blog. Cada blogger es un lugar, y sus "entradas" estados de ánimo, sitios que visitar en los que comprobamos cómo se demuestra, una y otra vez, que leer es viajar, y comprender es acompañar. Eso es.

Una nueva manera de estar juntos sin tocarse, sin olerse... pero viéndose y escuchándose por encima de los sentidos. ¿Mejor? ¿Peor? No entraré en eso, me parece subjetivo, sujeto a la experiencia de cada cual con el contacto humano y la comunicación.




Ahí estamos. En nuestras "entradas" y en los comentarios a las ajenas, y en los comentarios propios a los ajenos... ¿Son más posibilidades o menos, para conocerse, que desde "fuera"? De nuevo, lo veo subjetivo. No me parece un asunto de cantidades, sino de diferencias. O es simplemente un cambio de factores que no altera el producto. Me refiero sencillamente a que "fuera" las sensaciones, los sentidos, influyen en la percepción intelectual del "otro". Mientras que "dentro", es la percepción intelectual la que determina las sensaciones.

Y es por las formas. Por el aspecto formal del asunto. El envoltorio, la presentación... llamémosle "X". Ya no es la forma de andar, el perfume o el desodorante. No son los zapatos, ni el estilo al combinarlos con un cinturón o con un bolso. No es ni siquiera el tipo de risa, o su ausencia... "Dentro", es la plantilla, la combinación de colores. Son las etiquetas, o el interlineado. Es el criterio para delimitar párrafos, y el estilo más o menos coloquial. Y las imágenes.

Y además, está la "chicha", claro. Todo está en las entradas. Los temas, las preferencias, los gustos, las manías... la actitud y la respuesta al halago, a la adhesión, a la crítica, al insulto... Como "fuera", igual. Qué Mundo tan fascinante.

Pero entonces... ¿por qué es tan difícil hacerlo compatible con el de "fuera"? ¿Por qué ocurre tan a menudo que entran en conflicto? (lo suficiente como para hacernos sentir obligados a elegir entre ambos). Si "sólo" es apretar un botón... Algo me dice que es por mucho más que por tiempo.
En fin. Quienes habeis elegido quedaros "fuera", ya me lo diréis. Algún día. Fuera...





... o dentro.

domingo, 1 de marzo de 2009

Carácter, Personalidad y Manuales de Supervivencia


Tarde de domingo (rara), y yo pensando en los Amaral hasta en la sopa, que acabarán por demandarme por plagio. Últimamente los nombro mucho.
Y todo es culpa de la mente, que trabaja asociando ideas por causas diversas y más o menos explicables.

Esta tarde me ha dado por revolver (o seguir revolviendo) entre los pensamientos asociados a algunas entradas que voy leyendo por el Universo Blog adelante. Estuve pensando en el asunto de los llamados "libros de instrucciones", y lo cierto es que divago sin acertar a nada fijo. Podría acogerme a la atenuante de que el jarabe para la tos me impide pensar con coherencia, pero entonces ya serían dos demandas... Si es que ya lo estoy viendo: Manuel Torreiglesias anunciándolo en Saber Vivir: Los Amaral (que ya han tomado sus armas...) se alían con Cinfa contra A Través del Espejo ( oh, noo, ahí vienen los herederos de Lewis Carroll!!! jorrll).

En fin. Que eso, los "libros de instrucciones" así llamados para referirse a detalles de nuestro carácter que en principio no se comparten. Como si fuese una libretita con unas claves anotadas para descifrar qué quieren decir realmente las cosas que hacemos o dejamos de hacer, en cada ocasión.

Me quedo con la palabra "resortes". Nuestras respuestas y actitudes ante los demás, en nuestras relaciones con los que nos rodean, con nuestros ideales, ambiciones, proyectos e ilusiones. Yo creo que todos tenemos una lista de objetivos esenciales en nuestras vidas, y nos comportamos de un modo determinado para conseguirlos. Creo que eso conforma nuestro carácter.

Pero también me dio por pensar que a menudo resultamos contradictorios con respecto a nuestros anhelos. Contradictorios sobre todo a los ojos ajenos. Esto sucede cuando alguien nos intenta demostrar que si realmente decimos ser de una manera y mantenemos los principios que decimos tener, con frecuencia nuestros actos, o lo que dejamos de hacer, los contradicen.

Pero eso es casi siempre así porque los demás no harían las cosas que nosotros sí hacemos para alcanzar los mismos objetivos, y esa falta de coincidencia es la que explica la supuesta contradicción.
Y es justo el ponerse a explicar por qué seguimos esos "cómos" lo que significa "entregar nuestro libro de instrucciones".
Lo siguiente es preguntarse si el riesgo que conlleva toda esa desnudez se compensa con el premio de la lealtad... y sí, acertáis, casi nunca compensa.

Quienes estén más seguros de su coherencia suelen expresarla hacia los demás con una personalidad muchas veces juzgada como arrogante, o sobrada, y otras veces como magnética o admirable... o envidiable.

Sea como sea, ahí están los "cuatro jinetes del Apocalipsis" de siempre, al acecho, para impedirnos ser libres sintiéndonos a gusto con nuestro Yo: El miedo al rechazo, la necesidad de ser aceptado, la necesidad de ser diferente, y el miedo a no existir en los demás.

jueves, 26 de febrero de 2009

El humo ciega mis ojos


Le he dado demasiadas vueltas a esta entrada. Así que va como salga, es lo mismo.

Me planteé el asunto desde la ironía, sobre todo. Pero no me saldrá bien, y por eso renuncio. Lo que es seguro es lo del "demasiado": Cuando ves que por muchas vueltas que le des, sientes que cada nuevo enfoque no lo va a decir mejor que los anteriores.
Pero salir, tiene que salir. Me lo manda la ansiedad... y esa parte de mí que hizo un blog para irla soltando hecha palabras.

Y ya! Creo que esa es la clave. La ansiedad. Puesss... la expresión pura de la frustración.
Y vuelvo a uno de mis molinos favoritos. Vereis, es que le doy muchas vueltas a todo (y direis: "¿y quién no?"), y de nuevo tocamos la tecla: La frustración es ley de vida... Yo creo que sí. Que frustrarse, mucho o poco, es inevitable. Igual que responder a ella con ansiedad. Que una forma de "madurar", en fin, de "dejar de ser un niño", es la de acumular ilusiones no satisfechas que nos frustran.

Pero, después de dos párrafos, ¿de qué va esta entrada? Pues de cómo nos deshacemos de la ansiedad. A mí me ha dado por lanzar tiros libres, ya ves tú. Soy afortunado. Voy juntando ansiedad por la suma de pequeñas y grandes frustraciones diarias, como todo hijo de vecino, pero mi fortuna está en tener, de vez en cuando, horas y un lugar bonito donde estar a solas, intentando no pensar... peeero.

A veces el tablero es como una ventana, o como una pantalla (uhmm... es lo mismo) donde voy viendo las imágenes de mi ansiedad. Y fallo el tiro. O entra. Depende de si lanzo a conciencia, o mecánicamente. Y claro, como siempre intento encontrar verdades y soluciones en todo lo que hago y en todo lo que me sucede, me vuelvo a casa (aparte de con más intrigas de las que me traía), preguntándome si es así con todo: Si la solución está en la mecánica, en no pensar, en hacer sin dudar.

Y es jodido, no creais. Porque ya se ve venir la paradoja: La frustración de ser consciente se resuelve con algo mucho más frustrante: Descubrir que se sufre menos siendo mecánico, siendo inconsciente.
Y sí, lo veo, no soy más "sano" por lanzar tiros libres, pero me jode mucho, pero mucho, que me toquen el bolsillo para tratar la enfermedad de quien eligió deshacerse de su ansiedad chupando nicotina, secándose el hígado, empastillándose o quemándose el paladar. Y seré borde, políticamente incorrecto, y al menos, honesto: He tenido suerte, pero no tanta. La sociedad no es la culpable.

Va, venga, no caeré en la cantinela de las grandes multinacionales tabaqueras, la cultura del vino, los jóvenes sin ideales, o frases grandilocuentes como "el sistema busca y procura seres dóciles, y los indóciles se marginan ellos mismos... suicidándose despacito, pero eso sí, ¡porque son libres!"

¿Es simplemente eso, el precio de ser libres?: ¿El derecho de ser gilipollas?. Por información no será.

jueves, 19 de febrero de 2009

Amigos para siempre




Aviso del autor: Esta entrada no trata sobre los Juegos Olímpicos de Barcelona.

Oí muchas veces sobre los solitarios. Solían ser hombres serios, y normalmente enfadados. Enfadados con todo el mundo, y a todas horas. Cascarrabias y mal encarados. Por eso se dice de ellos que tienen cara de pocos amigos...

A mis 36 y medio yo soy una persona de pocos amigos. Pero no soy serio ni estoy enfadado. Aunque entre la coraza infranqueable y una cada vez más superada timidez (tengo un blog! guauu, qué avancee!)... He pensado por temporadas en eso, y llego a conclusiones curiosas, y asociaciones también curiosas.

Creo que tiene que ver con la soledad. Recuerdo haberle escuchado a Antonio Gala (mis fuentes son insondables) que los anglosajones saben apreciar con más matices los beneficios de la soledad, y por eso distiguen la solitude de la loneliness. Por distinguirlas, la primera es la deseada, la valorada, la que se busca.
Pensando en eso, he recordado leer a algunos bloggers reflexionando acerca de esa soledad: más o menos asumida, aceptada, resignados, conformados... eufemismos. Entre lo que yo vivo y lo que leí, creo haber podido sacar un par de cosas en claro.

Lo primero es una premisa. Y es que nadie se reconoce en una situación en la que no quiere estar... incluido yo, claro. Así que cuando decimos que la soledad en la que vivimos es más "solitude" que "loneliness", a nuestros ojos así será, y de nosotros dependerá apreciar lo que vean otros puntos de vista, los de esas personas que nos quieren... esos... amigos!! (no me salía).

Bueno, sarcasmos aparte, porque todos los consejos del mundo no servirán para evitar que al final hagamos lo que nos dicen las tripas (nada de corazón, aquí romanticismo nada, que es una emergencia), para el caso es igual tener muchos amigos o pocos, porque la gran mayoría suelen ser conocidos. Y uff, hay tal escala de grises...
Lo difícil es definir "amigo".

Y de eso trata esta entrada. Como yo tengo pocos, les llamaba amigos, cuando son más que nada conocidos amables. Quizás por inflar, por el sonrojo de asociar pocos amigos a mal carácter, y permitir el prejuicio de extender una imagen errónea de mí. (Malditas apariencias!)
El caso es que si tomamos a un amigo por alguien que lo sabe todo sobre ti y aún así quiere tu compañía, yo sólo tengo un amigo.

Y la verdad, prefiero que no sean muchas las personas que lo saben todo sobre mí (esto suele pasar cuando uno no está especialmente orgulloso de su camino andado). De modo que sólo no estoy, así que no puedo hablar de la soledad con pleno conocimiento desde mi experiencia. Y si me pusiese a escribir, divagaría, y haría generalizaciones.

Después estuve pensando que en realidad casi nadie dirá que tiene muchos amigos si se atiene a la definición tan restrictiva que propongo. Y no es por nada, sino porque a ver, por el "macgyveresco" comodín de la "supervivencia sentimental o emocional" (que, insisto, algún día definiré), ¿quién en su sano juicio será completamente transparente para más de una persona... de cada vez?

Los tímidos, los acomplejados y los miedosos, ni nos lo planteamos! Sólo llegamos a hacer entradas de blog, claro.

lunes, 16 de febrero de 2009

El Verano del Amor

A Rosa, la parte que me inspiró leer a Estoliana.

Cuando oí este verso en la canción de Amaral pensé un poco, y me salió recordar. Recordé los veranos cuando tenía 14 años, año arriba año abajo, y estaba enamorado como nunca uno vuelve a estarlo, pero claro, en ese momento no lo sabe... y sí, visto desde ahora se ve como que por aquel entonces la sensación de fuego en el cuerpo va a acabar por consumirlo a uno envuelto en llamas de ansia, garganta seca de deseo, labios secos implorando besos mojados, y manos eléctricas envolviendo curvas.

Y esa permanente punzada en el pecho, que nos limita el aire, y acelera los latidos.

Y han ido pasando los sanvalentines, y a medida que vas encontrando palabras para explicar el impulso, te vas haciendo mayor. No necesariamente más viejo, pero sí te curtes. Porque vas coleccionando noes y adioses. Y agravias y decepcionas tanto o menos de lo que recibes. Y esto no me lo esperaba... y yo no quería llegar a esto... y te cruzas con otros sueños rotos, y ya nadie es novato en esto.

Y la gente que te rodea, y la gente a la que vas conociendo, también viene curtida. Y cuando la prevención, las pinzas, el pisar de puntillas, el medir las palabras, agotan la ilusión y el encanto se vuelve desencanto, y el ángel se queda desangelado, ya ves el final del camino.

Da igual los rodeos que des, porque lo sabes. Sabes que tardes más o tardes menos, cualquier tarde de éstas llegas.


A Estoliana, la parte que me inspiró leer a Rosa.

Y es ese sentirse curtido, un poco retornando un camino, el que nos quita niñez, y a veces llegamos a pensar que jugar es para los niños, y que no queda niño dentro de nosotros. Pero yo no me siento acabado. Y tantas frases hechas hay en la derrota como verdades en la euforia. Para mí no es otra cosa el estar enamorado. Y es cierto que con la frecuencia son las cursiladas y las ñoñerías las que se quedan por el camino, pero eso no desmerece la calidez del fuego que se enciende pertinaz una y otra vez, terco y obediente al soplo del viento.

Si es verdad que ser libre pasa por sentir siempre ansia, vive al día, y deja la nostalgia de lo que no pudo ser secarse al aire y al sol. Y cuando vuelva ese viento del que hablé (porque siempre, siempre vuelve) prenderá fácil la llama.



Y al fin, al Amor, por San Valentín.
Que te diviertas.

domingo, 8 de febrero de 2009

De Ballenas y Hombres


Hay 88 constelaciones según la tradición. Una de ellas lleva tu nombre. De modo que eres una más entre los dioses.
Los antiguos, mucho más conscientes de su pequeñez ante los seres de la Naturaleza que las gentes de hoy, te veneraban. El Sol, la Luna, las estrellas, el Día, La Noche, el Rayo, el Trueno, la montaña, el río... el Océano.

Imagino con curiosidad esa época en que los humanos nos ganamos ese nombre por, entre otras cosas, necesitar trascender. Me encanta la Historia, la Prehistoria, la Paleontología. Y una de las cosas que más me atrae es conocer detalles sobre cuándo y cómo fuimos llenando de mitos nuestra existencia.

Es como si nuestras primeras explicaciones sobre qué somos hubiesen consistido en anular nuestra capacidad de ser libres, sometiéndonos al capricho de fuerzas superiores, que debían poseer conciencia propia. Hubo una época en la que incluso algunos animales merecieron también tal consideración: El mamut, el oso, el león... y tú.

Uno de los libros de enseñanzas más antiguo que recoge la tradición de la que procedemos contiene un relato especial. Este relato es una alegoría sobre la identidad, la conciencia de lo infinito, la Muerte, la Fe, preguntas esenciales del ser humano, sobre mil cosas... sobre ti.

No puedo negar que te admiro. Quizás te hayamos sobrevalorado, por la fascinación que ejerces aún en cada nueva generación. Sólo puedo hablar por mí cuando pienso que ese valor que te otorgo está en la paz que me inspiras. Es como si tu inmensidad, y el misterio del lenguaje en que te expresas, y la sencillez de tu vida, y tu don para jugar, y... tantas cosas que identifico con una existencia pacífica y feliz, fuesen un reclamo invencible para crear un vínculo perfecto contigo.

Es como si con cada salto, con cada canto, con cada juego, estuvieses enseñándome el camino. Como un maestro que no sabe que lo es, y ofrece respuestas esenciales sin siquiera saberlo, porque le basta con ser como es.

Eres lo que haces.

jueves, 5 de febrero de 2009

Otra de cine, y van...

La Línea de Sombra (The Shadowline) es una novela corta de Joseph Conrad que describe con apuntes autobiográficos la extraña y compleja relación entre un capitán y su segundo, a través de la voz de éste último, a bordo de una nave en escenarios exóticos. Además, no se narra en tiempo presente, sino mediante recuerdos de juventud, de modo que el lenguaje es utilizado por Conrad con maestría para expresar mediante palabras lo imposible de separar con nitidez lo sucedido realmente de las impresiones que conforman esos recuerdos.

Esa línea de sombra, difusa, borrosa, se extiende y atrapa no sólo a los recuerdos, sino al propio mecanismo de la mente, de tal manera que lo no hablado, lo sospechado, lo intuido, aquello que se teme, lo aparente, se impone a lo real, y la novela va introduciéndonos progresivamente en una inconsciencia de pesadilla, en una incómoda incertidumbre como la de quien está soñando pero no lo sabe.

La duda, la sospecha ante las intenciones y los motivos del capitán, conducen a su segundo por un laberinto de recelos, desconfianza, navegando por la frontera entre la verdad y la mentira, lo real y lo imaginado, la percepción y la alucinación, que nos llevan como lectores por un camino no marcado.

Leí La Linea de Sombra a los 21 años, y tiempo después me sentí empujado a releer pasajes, sin resolver incertezas anteriores.
Años antes yo ya había estado en contacto con esta historia, aunque no lo supe hasta después de haber leído la novela.

No reconocí la historia porque su aspecto estaba muy bien camuflado dentro de una película de ciencia-ficción de 1979. La atmósfera indefinida, carente de nitidez, el miedo y la sospecha materializados en ruidos metálicos distantes, en miradas de reojo, en explicaciones a medias, en jadeos de angustia huyendo a ciegas por corredores oscuros con luces intermitentes y chorros de gas, la incomunicación a través de emisiones de radio entrecortadas e imágenes llenas de interferencias... en fin, mil detalles que convertían en lenguaje cinematográfico las palabras geniales de Conrad que yo aún no había conocido... y todo, por los rincones de una nave espacial llamada "Nostromo", que es el título de un relato de intriga de... Conrad.

Los guionistas Ronald Sushett y Dan O'Bannon se unieron a un director de videos musicales llamado Ridley Scott y al dibujante y maquetista suizo H.R. Giger, coetáneo del creador de comics futurista y cyberpunk francés Moëbius, para crear una obra maestra. Un relato complejo que daba cuerpo a la pesadilla de la imaginación, que crea monstruos. Un monstruo de diseño fálico al que enfrentar a un héroe femenino, agregando así un elemento más a la complejidad de la historia.

Una historia de miedo. Del miedo, del terror atávico a la noche, a los sueños, la oscuridad, la selva, a los monstruos imaginados en la niñez, a lo que no somos nosotros = lo ajeno = alienus = Alien.

Genial.

domingo, 1 de febrero de 2009

La gente está zumbada*... ... ¿La gente está zumbada?... ... ¡¡La gente está zumbada!!

¡¡Qué fortuna!! ¡¡Qué don!! Vivir esta época que me ha tocado... ¡Albricias! Juasjuasjuas.

Perdonadme, a los que os dé por leer esta entrada, por tanto entusiasmo sarcástico. Es que me puede el asombro por todo lo que se despliega ante mis ojos en el universo blog.
Me ha hecho pensar, y mucho. No sé ni por dónde empezar. Se me ocurre que por lo de la mística:

Estuve pensando en que no inventamos el surrealismo, pero somos unos maestros en ello. Podemos estar orgullosos de nuestra cantera inagotable de monstruitos y atracciones de feria de los que hoy día tanto provecho saben sacar las televisiones privadas.

Ahora, como inventores, de lo mejorcito que nos ha salido es la mística y la ascética. Y hombre, no es que San Juan de la Cruz, Santa Teresa ni Fray Luis de León hayan sido moco de pavo. Pero, honestamente, donde esté un buen blog llamado "Sidérea Fluctuación de Eones", o "Universo de Plenitud Lunar", "Armonía Sebácea", "Desde la Orilla de mi Percepción Extrasensorial Cósmica", "Cíclopes Miopes" o "Loto Errante sobre Fondue de Salmón", quítame allá esos vivo sin vivir en mí, ni qué quedeme y olvideme/ la frente recliné sobre el amado, ni qué ocho cuartos! ¿No somos el país de Karina? Pues que se note. H&S naufraga.




Un poquito de por favor.
Sé de corazón de la necesidad que tenemos las personas de convertirnos en personajes para poder aceptarnos por completo. Sé del valor que tiene un blog como una nueva herramienta para ser libres, para expresarnos libremente... a cara tapada. Sé de lo ideal que resulta un blog para que podamos ser lo que querríamos, y no lo que por desgracia acabamos siendo a los ojos ajenos... o sea, lo que parecemos, pero ni siquiera somos.

Pero seamos justos. Paremos un momento el carro y hablemos un poco sin careta. Por ejemplo, a ver, tú, "Enigma del Congrio Errante", cuyo nombre es Marta Núñez Corregidor, auxiliar administrativa en una empresa de embalajes reciclables. Me pregunto ¿dónde, y cuándo, fue exactamente que la vida te decepcionó de tal manera que necesitaste el primer chute de mística?

No sé. Será esto lo que llaman "alienarse". La realidad es un asco, y entre engrosar la lista que nos convierte en el primer consumidor mundial de cocaína o construirnos un mundo aparte, demos gracias a Microsoft (ummm... ¿tengo que pagar por poner Su Nombre aquí?) por inventar el blog que nos mantiene lejos de la muerte blanca. ¡Hasta podemos ser artistas!
¡¡Tiembla, SGAE!!

He visitado unos cuantos blogs desde que me decidí a tener una vida paralela a "la otra". Y estoy entre fascinado y espantado de los niveles de "misticismo" que pueden alcanzarse entre entradas y comentarios. De estos últimos, los que más me fascinan y me espantan son los que adoran, reverencian, veneran, endiosan, camelan, pelotean descaradamente, en fin.

En los blogs, más o menos místicos, he encontrado (y juro que no me tengo por Gulliver ni similar) una necesidad hasta delirante de aceptación, de sentimiento de inclusión y pertenencia, complejos de culpa e inferioridad a mansalva, complejos de salvador camuflados con presuntos salones de té del reino de los testigos... personas actuando como ovejas en rebaño, corifeos... y siento que es como un océano de males de cabeza, caladero inagotable para psicólog@s, sociólog@s, antropólog@s .... y demás estudios@s del comportamiento humano, individual y en grupo.

Y pienso ¿encajo en alguno de esos males? Seguro! Pero ¿tengo que encajar necesariamente en alguno? ¿no es posible que haya algo positivo en el universo blog?

Me parece que cuanto más místico, menos probable.


* TM used by permission copyright si-me-quereis-irse!!!.com

jueves, 29 de enero de 2009

Más cine, por favor!


Qué bien me lo he pasado viendo el sensacional homenaje al cine que es Wall-e, una de las últimas joyas que Pixar nos ha regalado.

La gran mayoría de nosotros somos espectadores de clase media con una gran influencia cultural norteamericana, sobre todo desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Somos por eso los más adecuados destinatarios de la multitud de guiños de que está llena esta película.

Yo estoy convencido de que el formato en el que se presenta una obra de arte no decide a qué tipo de público está orientada. Sé que tradicionalmente el cómic y los dibujos animados se han dirigido al público infantil y juvenil, pero eso no obliga a cada nueva obra a seguir cumpliendo con ello.

Para mí, el caso de Wall-e, como el de muchas películas de animación por ordenador presentadas estos últimos años, es el que parte de un sencillo presupuesto: Las películas para niños van a ser vistas en compañía de adultos que supervisen su contenido, de modo que estas películas contendrán, en mayor o menor medida, elementos destinados al público adulto.

Independientemente de Pixar, este es el caso de Shrek, Ice Age, Los Increíbles, Spirit... y numerosos ejemplos más. Una de las claves del éxito de sentar juntos a niños y mayores está en el hecho de narrar los mismos cuentos clásicos de nuestra infancia (El Patito Feo, Hansel y Gretel, Pinocho, Pulgarcito, La Bella y la Bestia...), llenos de enseñanzas morales, con un nuevo envoltorio acorde a los nuevos tiempos, para una nueva generación de niños.

En Wall-e, desde los primeros segundos de metraje, encontramos referencias cinéfilas por todas partes, como los planos cenitales de la ciudad de basura calcados del Nueva York de West Side Story; y mientras que para los niños la historia se convierte en un cuento amable sobre (para variar) la redención del género humano a través de su naturaleza más terrenal, los adultos podemos ponernos a jugar a ver quién encuentra más guiños a clásicos del cine, de todos los géneros y todas las épocas.

Homenajes al cine mudo, a artistas como Chaplin, Buster Keaton, Harold Lloyd, a personajes intemporales, como los ya mencionados Pulgarcito, Pinocho, incluido su particular Pepito Grillo... cucaracha, en este caso... Por no mencionar toda la retahíla de libros y películas, de ciencia ficción u otros géneros, como E.T., 2001, Yo, Robot, Naves Silenciosas, Alguien Voló Sobre el Nido del Cuco (maravillosa y tierna la secuencia de los robots que funcionan mal), 1984, con esa combinación de Gran Hermano y el ojo rojo de Hal 9000 de 2001... en fin, interminable.

Para quienes os guste el cine, y la risa como aprendizaje, Wall-e. Vedla.

lunes, 26 de enero de 2009

Mi lugar

Muchos sabios antiguos, todos ellos convencidos de la existencia de Dios, dedicaron tiempo de sus vidas a pensar preguntas cuanto menos tan "curiosas" como si vivimos en el mejor de los mundos posibles. Sobre todo porque intentaban conciliar el hecho de que un ser perfecto hubiese creado un Mundo tan imperfecto.

A mí me parece una forma tan legítima como otras de perder el tiempo, dicho con todo respeto. Al menos sí reconozco que es mucho menos dañina que tantas otras.
Lo que yo pienso del Mundo que veo con mis ojos tiene más que ver con que poco importa eso realmente, ya que el panorama ha sido siempre bastante desolador, y lo que hay que hacer con el Mundo es transformarlo, en vez de entenderlo.

En esto sale automática la paradoja de que no podrás transformarlo si no lo entiendes antes, como si se tratase de un enfermo al que no puedes curar si antes no aciertas con el diagnóstico.

El caso es que con el paso de los siglos las palabras que empleamos para explicarlo han aumentado tanto como nuestra certeza de que no nos pondremos de acuerdo nunca en una sóla forma de verlo. Hemos cambiado la palabra "Mundo" por "sistema", y otras como "poder", "cultura", "derechos", "libertad" cambian conforme a la época histórica y el punto de vista desde el que se pronuncian.

Sin embargo, y pese a esta certeza que tengo acerca de que precisamente lo único cierto es que todo es incierto, sí veo verdades firmes en la vida en sociedad.
De antemano reconozco que lo que digo es producto del tiempo en el que vivo, de mis circunstancias personales y de mi lugar en el Mundo. Del que yo creo ocupar dentro de este "sistema". Y por eso sé que lo que para mí es una verdad intemporal, será visto con otros ojos en el futuro.

Una de esas verdades, que explica muchas otras, la encontré hecha palabras en el pensamiento de un hombre del siglo XX. Su pensamiento, sólido, lógico y justificado en los hechos de la Historia, no había salido de la nada, sino que es consecuente con otros pensamientos que le precedieron, y a los que sintetiza. Me estoy refiriendo a Marcuse, aplicando las ideas de Marx y Freud a la comprensión del Mundo. De aquél leemos:

"La crítica fundamental que realiza Marcuse en El Hombre Unidimensional indica que la sociedad moderna es capaz de asimilar cualquier forma de oposición que surja al interior de sí misma, y por tanto no existe ningún movimiento individual ni colectivo capaz de oponérsele o de socavar sus raíces socioeconómicas. Este hecho se contrasta fundamentalmente con el capitalismo temprano, en que el movimiento proletario era una fuerza con el potencial efectivo de derribar el régimen. El capitalismo avanzado que describe Marcuse, en cambio, ha generado a través de los estados de bienestar una mejora en el nivel de vida de los obreros, que es insignificante a nivel real, pero contundente en sus efectos: el movimiento proletario ha desaparecido, y aún los movimientos antisistémicos más emblemáticos, como el movimiento punk-anarquista o el movimiento bohemio han sido asimilados por la sociedad, y orientados a operar para los fines que la sociedad coactiva reconoce como válidos."

Todo este discurso tan complejo no es para nada nuevo, justamente porque atañe a aspectos primarios del comportamiento humano en masa, en sociedad. Y por eso es indiferente que se analice a una sociedad industrial de Occidente o a la plebe campesina de la antigua civilización china.
Sólo así puedo entender que 2.500 años y 10.000 kilómetros de distancia se salten de golpe con la misma idea, aunque con diferentes palabras:

3. Control

No alabando al honrado se evita el engaño,

No estimando lo raro se evita el robo,

No ostentando la belleza se evita la lujuria.

Así pues, el sabio controla a la gente:
Vaciando sus corazones,

Llenando sus vientres,

Debilitando sus ambiciones,

Y fortaleciendo sus cuerpos.

Si la gente carece de conocimiento y deseo

El más hábil entre ellos es incapaz de actuar
;

Si se evitan las acciones
Todos viven pacíficamente.


(Lao-Tse, Tao Te Ching)