domingo, 27 de julio de 2008

Elogio de la Locura ( y 3ª )


Pues, en mi opinión, la clave del aprendizaje está en encontrar el extremo del hilo de pensamiento por el cual discurre el razonamiento de nuestros alumnos, y hacerlo coincidir con el nuestro como profesores. Debemos saber conectar. Y tal conexión se hace cultivando y multiplicando el vocabulario de nuestros alumnos: En la medida en que les dotemos con nuevas palabras cuya amplitud de significado puedan abarcar, podrán articular razonamientos cada vez más y más complejos, más y más abstractos, que les permitirán captar lo que como filólogos hemos dado en llamar la "gramática", es decir, las normas convencionales que deciden qué es y no es correcto para comunicarse en una lengua no materna.

Esta conexión debe hacerse de modo consciente e intencionado desde el principio, de modo que pongamos a nuestros alumnos ante la realidad de que saben razonar, aunque deben aprender a deducir, de la misma manera que saben hablar, aunque no siempre sepan comunicar.
Toda esta racionalidad encierra una extraordinaria paradoja: Nosotros, como profesores, guiamos el razonamiento de nuestros alumnos. Ellos recorren el camino, aunque en realidad nosotros les decimos cuál es el camino. Nuestro poder como formadores es impresionante, pero ello no debe nunca cegarnos ante el hecho de que en la enseñanza de idiomas no hay una única respuesta correcta, que nuestra labor es la de hacer a los alumnos conscientes de que la comunicación humana no se mide en términos antagónicos de bien o mal, sino en tonos grises de propiedad y adecuación, mucho más relacionados con el contexto, el registro, el interlocutor, la intención y demás factores que intervienen en el intercambio que llamamos comunicación, hablada, escrita, verbal, no verbal...

Es por tanto esencial considerar aquí en toda su magnitud el rol del maestro como proveedor de criterios a la vez que garante de la libertad de sus alumnos de combinarlos, dentro de los límites que marca la gramática de cada lengua. De este modo, propiciamos el desarrollo individualizado de estilos personales en la mayor medida posible. Esta libertad de creación expresiva dentro de unos límites conforme a unas normas gramaticales consensuadas nace del respeto a la diferencia de ser único, del reconocimiento de toda persona a desarrollar una identidad particular diferenciada de la masa en la que es integrada por puro principio economicista de eficiencia en la educación, que la convierte en un miembro más de una entidad colectiva denominada "clase".

Es nuestro deber como formadores tanto impulsar la capacidad de razonamiento como asegurar su variedad. El pensamiento lo más libre posible, el "think different", que permita surgir una dinámica crítica con el sistema para perfeccionarlo sin desestabilizarlo.

Erasmo de Rotterdam lo llamó Elogio de la Locura: La promoción de un pensamiento crítico, la "locura", que se replantee el Mundo, en la voz de cada uno de nuestros alumnos. Sí, nosotros enseñamos idiomas, así que... enseñamos palabras, y con ellas enseñamos a pensar, a razonar, enseñamos no un lenguaje vacío, sino un modo diferente de expresar el Mundo al originario de nuestros alumnos. Y es por ello nuestra máxima responsabilidad hacerles conscientes del verdadero alcance y significado de la esencia de cada nueva lengua que aprenden: Todo idioma implica una aproximación a la realidad diferente a los demás, y por ello enriquece su persona por el hecho de hacerles conscientes. Más conscientes.

Un idioma es, al fin y al cabo, una visión del Mundo. Conocer nuevos idiomas significa conocer más el Mundo, y eso implica conocer con mayor precisión nuestro auténtico lugar en él.
Y esta es la tesis que he venido a defender ante ustedes.
Muchas gracias por su tiempo.

lunes, 7 de julio de 2008

Elogio de la Locura (2ª parte)



Lo primero que debemos tener en cuenta como profesores es que tenemos que salvar una distancia de conocimiento. El hueco que existe entre lo que nosotros sabemos y lo que los alumnos saben. Para aprender a hablar bien un idioma deben conocerse los límites que hemos mencionado antes, los límites que marcan la diferencia entre lo que comunica y lo que no comunica, lo que llamamos normas gramaticales, y evitar y corregir los errores derivados del hecho de ignorar tales límites.

Debemos hacer conscientes a los alumnos de cuáles son los criterios que deciden qué es correcto y qué no, y por qué. Les hacemos conscientes de modo que consiguen interiorizar dichos criterios hasta el punto de que en sucesivas oportunidades se hacen capaces de detectar errores propios y ajenos por sí mismos, y corregirlos. De esta manera alcanzamos el fin que todo proceso de educación conlleva: Enseñamos a aprender: Formamos personas autónomas en su aprendizaje.

Pero, ¿cómo alcanzo a armar un hilo de razonamiento que pueda ser seguido por mis alumnos, si estos están aprendiendo a desarrollar procesos mentales de abstracción de normas generales? Sencillamente, descendiendo un metafórico escalón en el proceso mental por el cual un adulto utiliza ya mecánica y casi inconscientemente la abstracción, y siguiendo el mismo paso a paso, detenidamente, recurriendo al pensamiento lógico y analógico a través de ejemplos simples que reafirmen la norma general, organizando los conocimientos adquiridos en clases, categorías y demás estructuras que caracterizan las lenguas como sistemas gramaticales.

Es, por lo tanto, imprescindible tender el puente desde las dos orillas, comenzando por tender el primer tramo desde el profesor hacia al alumno, y progresar después desde ambas orillas, a medida que el alumno, individualmente, y la clase como ente colectivo, aumentan su capacidad de razonamiento, sus habilidades lingüísticas y su aprendizaje general.
Este método de enseñanza no es nuevo, ni de lejos. Hace 2.500 años, en Grecia, Sócrates aplicaba la mayéutica en sus enseñanzas.

Aquí intercalo una cita de Wikipedia sobre la mayéutica:

La idea básica del método socrático de enseñanza consiste en que el maestro no inculca al alumno el conocimiento, pues rechaza que su mente sea un receptáculo o cajón vacío en el que se puedan introducir las distintas verdades; para Sócrates, es el discípulo quien extrae de sí mismo el conocimiento. Este método es muy distinto al de los sofistas: los sofistas daban discursos y a partir de ellos esperaban que los discípulos aprendiesen. Sócrates, mediante el diálogo y un trato más individualizado con el discípulo, le ayudaba a alcanzar por sí mismo el saber.
La mayéutica sigue utilizándose como método educativo, más aún, es el método educativo por excelencia si se entiende la etimología (latina) de la palabra educación, método educativo que funciona haciendo preguntas al alumno para que este llegue por sí mismo a las conclusiones, en este sentido, la mayéutica como genuina educación es prácticamente lo opuesto a la instrucción. Los profesores saben que lo razonado se aprende mejor que lo memorizado y este método de aprendizaje no ha perdido vigencia con el paso de los siglos.

Es entonces cuando, con más motivo si cabe, el aprendizaje de una lengua extranjera parte del diálogo, del intercambio persona-persona, de lo oral, que es siempre anterior a lo escrito.
Pongo énfasis en este aspecto porque no olvido cuáles son las directrices educativas que establecen las Comunidades Europeas en cuanto al curriculum del curso para el que he organizado la programación didáctica que he venido a defender.

Soy consciente de que llegados a este punto, en el 4º curso de ESO se establece que debe primar el desarrollo de las habilidades de escritura y comprensión lectora, es decir, el trabajo con textos de modo que los alumnos sean capaces de comprender y asimilar ideas principales y secundarias, así como reproducir estructuradamente de acuerdo a los principios de cohesión y coherencia su pensamiento por escrito acerca de cuestiones de interés global.
Ello siempre, dicho sea de paso, sin que el desarrollo de tales habilidades de lectura y escritura supongan una merma en la atención a las habilidades de habla y escucha activa.
Pero yo me pregunto, ¿cómo es posible hacer hincapié en que los alumnos sepan escribir bien cuando ocurre que, desgraciadamente con mayor frecuencia, los alumnos no saben hablar correctamente su propia lengua materna? Con cada nueva generación, encontramos que los alumnos son cada vez menos hábiles a la hora de expresar ideas y opiniones relativas a conceptos abstractos, a la par que, en una sociedad abarrotada de información, se muestran cada vez proporcionalmente más ignorantes del mundo que les rodea.

Señoras y señores, no teman, no me tengo por ningún iluminado que pretende resolver graves problemas que todos ustedes conocen de sobra. Tan sólo quiero mostrarles que me doy perfecta cuenta de la realidad con la que nos enfrentamos como profesores. Mi experiencia en la profesión no es tan amplia como la de ustedes, pero es la suficiente para reconocer que es el propio método de enseñanza de una lengua extranjera el que se cuestiona en estas circunstancias.
No es mi intención ir en contra del curriculum general establecido, ni por tanto en contra del contenido de la programación que he venido a presentarles. Se trata simplemente de percatarse de que en determinadas condiciones, para dar dos pasos adelante es preciso dar un paso atrás.
(...)

domingo, 6 de julio de 2008

Mi defensa: Elogio de la Locura (1ª Parte)

¿Por qué estamos aquí? ¿Para qué les estoy hablando? Bien, se supone que lo que yo les cuente servirá para que decidan si puedo ser o no profesor. No les contestaré con preguntas, no se alarmen, pero sí les querría proponer que reflexionasen conmigo acerca del lenguaje, y de los idiomas.
Hace unos meses tuve la oportunidad de asistir a un coloquio homenaje a un conocido poeta, dramaturgo y escritor de cuentos de Cangas, Pontevedra. Su nombre es Bernardino Graña. Su imagen, desde hace unos años, es la de un hombre amable, sencillo, modesto... En su cara, unas gafas oscuras de pasta y una barba blanca que contribuyen a verlo como a alguien curtido y experto.Image Hosted by ImageShack.us
Nos habló, siempre humilde, y nos invitó a la misma reflexión que yo hoy quisiera que tuviéramos en cuenta: Lo esencial en la comunicación humana, expresar sentimientos y emociones, compartir información y conocimiento, es en origen un acto de habla. El señor Graña quiso hablarnos del arte narrativo, de la habilidad para contar historias, y sí, lo hacía de hecho como escritor, pero recordándonos que todo ser humano, antes que escritor, es orador. Es hablante.
Comunicar algo, lo que sea, contarlo, comentarlo, una anécdota, un suceso, un chiste, un relato real o inventado, requiere el dominio de una serie de recursos, tanto lingüísticos, ya sean gramaticales, léxicos, de entonación, énfasis, pausas... como extra-lingüísticos, como los gestos, actitud corporal, mímica...
Gran parte de estos elementos que acabo de mencionar los vamos adquiriendo todos nosotros, independientemente del idioma que hablemos, en el lugar del Mundo que sea, esencialmente a través de imitación y repetición, por observación directa, de parte de otras personas que nos los transmiten como armazón, como estructura y soporte de lo sustancial, de lo narrado de viva voz, y los incorporamos según nuestro gusto y en función del efecto que causan en nuestra audiencia, a un sistema propio, y cuya combinación a nuestra voluntad acaba definiendo lo que se conoce como un estilo personal.

Del mismo modo que eso lo hacemos de un modo más o menos consciente en el terreno oral, en el plano escrito también, aunque aquí sí más conscientes, y con recursos propios de la comunicación escrita, cuya combinación personal acabará también definiendo un estilo propio.
Ahora bien, tanto en el terreno oral como en el escrito, existen una serie de límites para que la comunicación sea posible. Escuchando al señor Graña recordé que toda persona, conforme desarrolla su propia visión del mundo, desarrolla también un modo propio de expresarlo, que a medida que hablamos y escuchamos, vamos incorporando más y más elementos valorativos, juicios acerca de lo que nos rodea, como resultado de algo fundamental en nuestro proceso de madurez: La capacidad de abstracción.

Esta habilidad humana, que nos permite utilizar el pensamiento lógico para sacar conclusiones, lo que conocemos como el método deductivo, y se complementa con su opuesto, el método inductivo, es decir, articular lo general a partir de lo particular, nos ayuda a construir un punto de vista propio acerca de la realidad en que vivimos, y sólo es posible como mecanismo mental en tanto que se expresa mediante palabras, habladas y escritas.
La capacidad de reflexión, de construir verbalmente argumentos, explicaciones y justificaciones acerca de los actos y las intenciones propias y ajenas, se desarrolla en las personas en la pubertad y la adolescencia. Justamente la edad que atraviesan nuestros alumnos.
Nuestra tarea como profesores es, por tanto, la de construir puentes sólidos y permanentes entre el mundo y nuestros alumnos. Somos el medio que comunica, que pone en contacto el saber del mundo con quienes comienzan a percibirlo de manera que pueden asimilarlo y reproducirlo para sí mismos, y compartirlo con los demás, mediante el lenguaje.
¿Cómo lo hacemos?...