sábado, 6 de septiembre de 2008

No se me ocurre


El otro día quise escribir una entrada acerca de las relaciones personales, y cuando llevaba un buen rato pensando, y otro buen rato escribiendo, tuve que dejarlo. Estaba en el trabajo, y había tenido un rato libre para mí, pero me surgió tarea y cerré. Creía haber guardado un borrador, pero por lo que sea no fue así. Empezaré de nuevo... y seguro que no me enrollo tanto:

Lo cierto es que nacemos desnudos y casi ciegos. Mucha gente vive así toda su vida. Empieza dependiendo de su madre, y después ya no deja de depender de alguien hasta que se muere. Quizás sea inevitable. Igual está en nuestra naturaleza humana depender, y claro está, ocurre que las personas de las que dependemos, también dependen de nosotros.
Así que de hecho somos a la vez dependientes y... y... ¿cuál es la otra palabra para decir que alguien depende de nosotros? ¿Dependedores? ummm, suena curiosamente parecida a "depredadores".

En fin. La cuestión gorda aquí es qué tiene de malo depender. Veamos: No podemos evitar depender porque necesitamos ser queridos. Somos conscientes del mundo, y queremos compartirlo. Para ello desarrollamos incluso lenguajes hablados, que llenamos de palabras que nos ayuden a exponer fuera de nosotros nuestro mundo interior. Si no pudiéramos hablar también comunicaríamos, porque los abrazos, besos, caricias, gestos, miradas, dicen mil cosas que nos vinculan a los otros. Un vínculo, eso es.

Bueno, vale. Pero, ¿por qué depender? ¿Por necesidad? No sé, no sé. Un bebé necesita a su madre. ¿Y un adulto? Un adulto sigue queriendo a su madre, o a su padre, aunque a efectos de supervivencia, no los necesita. ¿ Y a una pareja? Seguro que se la necesita... (léase con soniquete irónico). Los amantes nos decimos "te necesito", "no puedo vivir sin ti", "sin ti no soy nada" ( como Amaral)... Supongo que nos educamos perpetuando modelos, y pocas veces nos plantamos, y nos planteamos si los modelos que aprendimos están bien o mal.
Sí, ya lo sé, lo de bien o mal es muy subjetivo. Venga, me mojo y digo que bien es no sufrir y mal es sufrir. Pero ojo, sin egoísmos, ni tampoco resignaciones: No hacer lo que no queremos que nos hagan a nosotros ( no conozco mejor ética que la que vertebró Kant).

Yo creo que el modelo de amor, de cualquier amor: padres a hijos, parejas, amigos, hermanos, en fin, de toda clase, está mal. La enorme mayoría de las relaciones personales que conozco está llena de miedo. No llamo a otra cosa que al horror de tantas personas a estar a solas consigo mismas, de no soportar el silencio para no escuchar sus propios pensamientos. Quizás no les gusten. Yo conozco a muchas personas que incluso se molestan cuando se descubren reflexionando.

El caso es que anteayer me preguntaste si entre tú y yo había una dependencia, y quién era el que dependía del otro. Me paré un segundo, pensé en nuestras conversaciones, y me dije ( y te dije) que como yo parezco estar siempre positivo (esto le encantaría a Van Gaal), y tú a veces tienes bajones, yo tiraba por ti. Así que si hubiera una dependencia, sería mayor de ti hacia mí que al revés.
Y esa respuesta es la que no me gustó. Sobre todo porque se suponía que lo que intento hacer contigo, y con los demás, es lo que desearía que los demás me hicieran a mí: Fomentar mi libertad, apelar al legítimo derecho de todos de ser libres, y libre aquí dicho como capaz. Autónomo, lo más independiente posible. Todo menos voluble.

Yo quisiera estar seguro de que cuando hablamos de relaciones personales, consigo hablar de tú a tú, de igual a igual, y romper la paradoja de que lo claro de mis principios y lo firme de mis intenciones provoque una adhesión irreflexiva por ti, o por quien sea, porque eso sólo es seguir dependiendo, en este caso de lo que yo diga.
En pocas palabras, pretendo hacer pensar, y no que piensen-como-yo. Eso sería hacer a la gente cambiar una dependencia por otra. Hacerse mayor no es cambiar un collar por otro, sino hacerse amo. Y si todos fuésemos amos, pues... habría que cambiar de palabra! "Persona" me gusta más.

Yo no sé más que nadie... y mucho menos de relaciones humanas.
Yo escucho los relatos ajenos, y tengo mi propio relato. Cuando los compartimos, yo saco mis conclusiones. No soy mejor ni peor que tú. Los dos somos personas.

4 comentarios:

Paula dijo...

Se me ocurre, así, a bote pronto, que tal vez dependamos de personas que nos hacen sentir bien, que nos entienden (o esa es la impresión que tenemos), que nos hacen pensar, que estimulan nuestra ilusión, nuestras ganas. Tal vez es la sociedad en la que vivimos, que cada vez nos "obliga" a ser más individualistas, imparciales, insensibles... y cuando encontramos a alguien "especial" lo convertimos en nuestro oasis particular en el que nos refugiamos después de una dura jornada de trabajo, o simplemente compartimos esas cosas nuevas que nos han sucedido en nuestras vidas. Porque... si no tenemos alguien con quien compartir las cosas... ¿sirve para algo conseguirlas para uno solo? Tal vez nos motivemos más al poner a otro por el cual luchar, sacar fuerzas de flaqueza para tirar pa´lante. Cada individuo ocupa un sitio en nuestro puzzle de la vida. Hay piezas centrales, alrededor de las cuales vas enganchando todas las demás y piezas que se van separando más del centro. Pero todas y cada una son importantes, ya que si se pierde una, toda la obra conseguida queda incompleta. El detalle importante es decidir en qué puesto colocamos nuestra propia pieza.Ser dependiente de alguien ocasiona muchas satisfacciones en cuanto te ilusionas por hacer mejor su vida, sabiendo que es "feliz" compartiendo las cosas contigo, pero también tiene su lado oscuro, cuando el que pone todo el esfuerzo y la ilusión es uno solo y espera que el otro haga lo mismo. Los hay que siempre están y los que van y vienen como el viento. Pero cuando se siente la brisa fresca, nos hacen sonreír y hasta pueden olvidarse los días de bochorno.
Bueno, como bien dices, es MI opinión. A ver cómo la rebates.

A través del espejo dijo...

No tengo nada que rebatir, la verdad. Te leo y lo que entiendo es que me hablas de las múltiples bondades de vivir en un entramado de relaciones personales positivas.
Y me parece fantástico. Estupendo. Pero mi entrada critica las relaciones dependientes, no las relaciones. Lo que yo digo es que la gran mayoría de las relaciones son dependencias justificadas con afecto, y digo que eso está mal. Y lo que me parece que me respondes es que es muy bonito querer y que te quieran. Perfecto, pero no estamos hablando de lo mismo.
Total, que me mantengo en mis trece, y continúo criticando todas las demostraciones de amor, afecto, cariño, amistad, o llámale X, que consistan en apelar al miedo a la pérdida, a la culpa, a responsabilizar al otro de nuestros sentimientos, miedos, anhelos o ilusiones.
Creo que ya he tenido suficiente ración de amor condicional y de "te quiero porque te necesito". Siento con fuerza que es posible ser feliz con uno mismo, y que los demás ayuden a aumentar esa felicidad no puede volverse en nuestra contra, para acabar sintiendo que sin ellos no somos capaces de vivir.
Ayla, mencionas el individualismo creciente que la sociedad nos impone. Yo creo que no es así. Creo que la sociedad es precisamente la que fomenta las dependencias, y como reacción a ese modo de control mutuo y recíproco, veo que cada vez elegimos más no involucrarnos en profundidad con nuevos conocidos, que nuestras relaciones son cada vez más superficiales. Pero eso creo que no es precisamente fomentar el individualismo. Yo no quiero confundir el fomentar la autonomía personal y sentimental con el egoísmo.
Creo que es perfectamente compatible ser autónomo afectivamente, no ser dependiente por no vivir relaciones con los demás en condiciones de inferioridad, con tener un montón de relaciones con diversas personas, o con personas muy diversas, pero Karamba (guiño personal), en pie de igualdad. ¿Es tan difícil? Yo aspiro a ello, desde luego.

Majo dijo...

Aunque parezcan cols i bledes (jeje), me quedo con esa última reflexión que escribió Chris en su libreta: La felicidad no tiene sentido si no se puede compartir (aquí va un icono que guiña el ojo)

Imagino una espiral con distintos colores girando sobre sí, unas veces te caerá a ti el azul marino, otras a mi el rosa, otras a ti el gris oscuro, las demás a mi el negro, tan descorazonador él.

ConclusiÓNN: cuando se trata de relaciones personales, no se puede hablar de porcentajes ni de "tú más", "yo más". Es algo tan variable, tan intangible, y tan delicado...

A través del espejo dijo...

Muy bonita la explicación de la espiral de colores. Se agradece.
En cualquier caso, estamos de acuerdo con lo de no convertir el amar en una operación matemática de medir porcentajes. No voy pensando ni propugnando que el amor sólo sea válido, auténtico o bueno si se ama tanto como se es amado. Eso es imposible, sencillamente porque es subjetivo. Sería como decir que el amor no correspondido no es amor.
La igualdad de la que hablo se refiere al respeto, y no juzgar a la persona que amamos en casos que no reconocemos en nosotros mismos. Es igualdad en justicia, en respeto.
Cierto que lo que para uno es justo para el otro no tiene por qué serlo, pero si no comparten eso, o al menos si no lo ven, cómo pueden decir que se aman? Se gustarán, o se desearán, pero en mi opinión, no se aman.