miércoles, 21 de enero de 2009

El arte de la guerra

Cómo somos la gente. Un libro que explica por capítulos cuál es la mejor manera de hacerle la puñeta a tu enemigo, haciéndote consciente de sus desventajas y limitaciones y sacándoles el máximo partido, se ha convertido en un clásico, un referente del mejor pensamiento práctico, y ha trascendido durante siglos manteniendo su vigencia. Inteligencia para derrotar. Pero... y para entendernos, ¿qué?

El libro sobre cómo entenderte con tus semejantes, anticiparte a sus argumentos, poniéndote en su lugar, desarrollando consecuencias diferentes a las suyas con la misma base... el libro que trate de cómo las palabras intentan superar los prejuicios, las premisas basadas en intenciones supuestas, no demostradas, o sólo temidas, ese libro, si se ha escrito, debe de ser el más denostado e ignorado de todos.

La clave está en las emociones. Todo lo racional está limitado por lo emocional. Y la página de ese libro que habla de cómo los estados de ánimo, de cómo la relación personal que haya entre los que discuten (ni siquiera tienen un nombre concreto, como los enemigos, reconocibles y opuestos) condiciona no sólo su estrategia, sino incluso el contenido de sus argumentos, esa página, debe estar arrancada.

Y me cuesta mucho abrir mi percepción a algo que dé una explicación conjunta con lo racional y lo emocional, que parecen ser antagónicos. Me pregunto: ¿por qué lo que parece respeto por un enemigo en una lucha de argumentos tiene que parecer falta de respeto por un amigo? Yo creo verlo en la carga emocional.
No sé si seré capaz de expresarlo tal como lo pienso, pero lo intento.

Entiendo que tiene que tratarse de una cuestión de "expectativas". Al fin y al cabo, la etiqueta "enemigo", esa certeza al ponérsela a alguien, facilita mucho las cosas, ya que nos permite canalizar nuestras emociones en una sola dirección: La contraria a la suya. Las expectativas con un enemigo reconocido (el que también nos tiene como tal a nosotros) son siempre las mismas e impiden la sorpresa.

Sin embargo, con una persona a la que no consideramos nuestra "enemiga", pero a la que no etiquetamos en reconocimiento de su libertad para sobrepasar posibles prejuicios que pudiéramos aplicarle, limitándola, sólo es posible la incertidumbre.
Y ante esa incertidumbre, nacida como digo de nuestro deseo de no atentar contra su libertad de ser, cabe todo: La frustración, la decepción, la esperanza, la sorpresa, la complicidad, la indignación, la desilusión... Emociones.

Por eso siempre hace más daño un amigo que un enemigo. Por las expectativas.

10 comentarios:

Paula dijo...

Será porque te muestras más abierto con un amigo (por algo lo denominamos así) y tienes las defensas más bajas. Te confías y te entregas.
Con un "enemigo" (permíteme que entrecomille la palabra, pues su significado en este caso me parece un poco exagerado) te muestras alerta, con las defensas actualizadas, dispuesto a sufrir un ataque en cualquier momento...

Majo dijo...

Querido Espejo (y perdona mi confianza)dos puntos

Te preguntas: "¿por qué lo que parece respeto por un enemigo en una lucha de argumentos tiene que parecer falta de respeto por un amigo?"

Esta pregunta me lleva de nuevo a las entradas "Discriminación", Keane, "si tú quieres"...

Intento encontrar el todo que te causa estas últimas reflexiones, tan seguidas ellas, y tan sentidas. Y se me ocurre que todo no puede ser tan "dramático" (cójase esta expresión con pinzas), es decir, quizás la causa de que te pase lo que te pasa esté en tu parte y no en la parte contraria. ¿Acaso no puede dar la impresión leyéndolas todas de que te estás victimizando públicamente?

Perdona mi atrevimiento, pero una persona que, por sus escritos, parece hacer buen uso de su inteligencia emocional no puede caer en el saco contra el que tan vehementemente se manifiesta, léase victimismo, vampirismo, etc.

A través del espejo dijo...

Interesante.
Ayla, sí a todo. Y no a todo, claro. Me explico:
Esta entrada habla de lo contrario a lo que tú. Que con un amigo usas a menudo "pinzas", para no herir con una verdad que sabes que duele. Así que la carga emocional pesa más que la sinceridad.
Y por otro lado, también es perfectamente posible lo que tú dices, que un amigo te pueda sorprender para mal, ya que no te lo esperas. La confianza... se paga!

Majo, bien. Me alegro que alguien me haya hecho tomar de mi propia medicina con el asunto de la victimización. He estado reflexionando y creo que tienes razón. A ver, con un matiz: Mantengo que lo que me pasa surge por interacción. Y en el partido de tenis que es toda relación, los puntos se deciden tanto por aciertos propios como por los tan genialmente llamados "errores no forzados".
En resumen, que hay vicios propios que afectan a la relación, y vicios que surgen por contacto.

Yo es que siempre he rechazado que cuando algo sale mal toda la culpa esté sólo de un lado.

Majo dijo...

Sí, pero es que a grandes rasgos, leyéndote,da la impresión de que el mundo va contra tí y tú vas con las mejores intenciones.

Alguien a simple vista sensible nos deja caer lo mal que nos van las cosas y tendemos a empatizar con él y ofrecerle ayuda, incluso nos sale el instinto protector, pero oiga, como decimos por mi tierra: ni tots moros, ni tots cristians!

Me gustaría saber qué piensan las partes implicadas del Sr. Espejo...

Es bromita, un saludete pegolino ;)

Rosa dijo...

Vamos a jugar.
Imaginemos la defensa de un tema importante, el rechazo a la tortura por ejemplo. Imaginemos que lo hablamos con un amigo. ¿Qué estamos poniendo en juego?, ¿qué argumentos utilizamos?, ¿cuáles son las emociones que intervienen?,¿qué objetivo buscamos conseguir?. Posiblemente una discusión sobre un tema tan extremo traiga consecuencias también extremas en caso de no conseguir llegar a un entendimiento. Por tanto, aquí lo que está en juego sea posiblemente la continuidad de nuestra amistad y los argumentos utilizados sean de mayor exigencia emocional que racional, es decir, tras un momento inicial de incredulidad, quizás nos asalte la rabia, y utilicemos todo nuestro arsenal discursivo para tratar de volver a donde estábamos antes de empezar la discusión. Creo que aquí lo que estamos intentando conseguir es convencer al otro de lo incorrecto u horrible de sus pensamientos para, de este modo, recuperar algo perdido. ¿Por qué?.Yo pienso que en esos momentos el sentimiento de decepción cae como una losa, no solo sobre la percepción del otro sino sobre la que de nosotros mismos tenemos. Si yo confio en ti y tú me traicionas, no sólo ya no puedo confiar en ti, sino que parte de la confianza que yo tengo en mi misma también se rompe. Y eso es muy duro de digerir.
Imaginemos ahora que ese mismo tema lo hablamos con un “enemigo”. Aquí, lo que estamos poniendo en juego es la defensa de nuestra verdad y los argumentos utilizados nacen más de la razón que de la emoción. Nuestras emociones en esta discusión son maleables, se van transformando conforme avanza la misma, pero aquí nunca sentiremos decepción ni del otro, ni de nosotros mismos, al contrarío, nos reafirmamos en nuestra posición, y nuestro objetivo será únicamente defender algo en lo que creemos.
Bueno, que me he enrollao mucho. Besos.

maruxiña dijo...

Despois de todo o dito, voulle botar un par de... e vou cun razoamento simplón de todo (éche o que hai jijiji):

E non será todo esto por mor da importancia que ten na túa vida a persoa¿?. A mín doeme o dano que un amigo me poda facer precisamente por iso, por ser o meu amigo, por significar algo na miña vida. Unha persoa a que non aprecio, dame un pouquechiño igual o que pense ou diga, non me vai a afectar moito, senón estaríamos bos (que o estamos, festival do humor jejeje), chámalle supervivencia.

Biquiños neno!!!

A través del espejo dijo...

Aquí también os dejo mi agradecimiento. Sí, claro que es eso. Que cuando la persona con quien discutimos nos importa, perdemos perspectiva.
Y me interesaba mucho ese aspecto de cómo podemos las personas en cierto modo renunciar a algunos argumentos en aras de conservar una amistad.

Ummm, pienso demasiado... luego existo demasiado!

Santi dijo...

Duele más porque esperabas otra cosa; hummm, Jose Antonio Marina dice que vivimos y sentimos conforme a la memoria, y que los sentimientos sirven para saber cómo va lo que queríamos. Si no consigues algo, te sientes abatido porque esperabas conseguirlo. Si no recordásemos no tendríamos sentimientos; si no recordásemos tanto, sería más sencillo vivir, tras reiniciar, y hacer las cosas como la vez primera, de cuando críos.

Abrazos aunque me hagas pensar ;)

Herodes Antipas dijo...

Estoy de acuerdo contigo en lo que de con alguien que te importe o sea relativamente cercano a tí, se le trata de otra manera, o se le intenta dañar menos...
UN placer, visitarte... volveré, si no te importa, claro. Un abrazo

Fernando García-Lima dijo...

Últimamente me hablan mucho de esto de la "inteligencia emocional"... Aunque no me gusta recomendar best-sellers, haremos una excepción. Resulta interesante.

Un abrazo