No sé quién dijo "confieso que he leído". Es igual. Yo también confieso que he leído... el lomo de un libro en las estanterías de la casa de mi padre que decía "Las Cárceles del Alma" y "Lajos Zilahy". Eso fue hace muchos años. Nunca lo leí...
Después oí por la radio que Sting había sacado un nuevo álbum y lo había titulado "The Soul Cages", y el poco inglés que sabía me dijo que ambas obras debían tener algo que ver.
La cuestión es que esa expresión me había impactado desde siempre. Me hacía imaginar los barrotes, en primer lugar. Negros y fríos. Infranqueables. Y muy crueles, porque al contrario que una pared, te dejan ver todo lo que hay fuera, lo que te estás perdiendo, de lo que te están privando.
Con el tiempo y la experiencia me fui dando cuenta de que es el ideal de justicia el que supone demasiadas cosas negativas en las vidas de las personas. Y además es una buena explicación a que los barrotes que nos encarcelan son levantados por nosotros mismos.
Por si no lo había aprendido en mi propia vida, encuentro tal enseñanza en eso que tiene de reválida cuando nos convertimos en padres. Veo a mi hijo empezando a aprender a aceptar la diferencia entre el Bien y el Mal, y cómo nace en él en consecuencia no sólo el sentido de la justicia, sino la paralela frustración de vivir todo eso que ocurre, y le ocurre, en contra de ella.
Y me acuerdo de mí como niño, y queriendo explicárselo a él me explico a mí mismo que es esa frustración la que nos hace nacer el miedo, la prudencia, la parálisis... todos los nombres de los enemigos de la inocencia. La misma que después nos pasamos pensando en recuperar los ratos que nos permitimos soñar despiertos.
Pero a veces, en días como hoy, corrientes aparentemente, nos llevamos una sorpresa feliz. Quizás exagere, fruto de alguna necesidad o desesperación que no reconoceré jamás. A veces descubres una verdad que en cierto modo te libera de esos barrotes que con tu miedo has levantado. Puede ser una voz en tu oreja, hablándote en la almohada, o con los labios cerca del oído aprovechando un baile lento, o al otro lado del teléfono. Es igual.
Escuchas esas palabras y por un momento dudas, aún sorprendido por comprobar que es posible también para ti. Que puedes vivir despierto el momento exacto en el que otra persona desea contigo lo mismo que deseas tú con ella.
Y sólo esperas que esa persona pueda a su vez derribar sus barrotes , igual que tú acabas de quebrar los tuyos haciendo tuya su voz. Y por eso repites la frase en voz alta.
Después oí por la radio que Sting había sacado un nuevo álbum y lo había titulado "The Soul Cages", y el poco inglés que sabía me dijo que ambas obras debían tener algo que ver.
La cuestión es que esa expresión me había impactado desde siempre. Me hacía imaginar los barrotes, en primer lugar. Negros y fríos. Infranqueables. Y muy crueles, porque al contrario que una pared, te dejan ver todo lo que hay fuera, lo que te estás perdiendo, de lo que te están privando.
Con el tiempo y la experiencia me fui dando cuenta de que es el ideal de justicia el que supone demasiadas cosas negativas en las vidas de las personas. Y además es una buena explicación a que los barrotes que nos encarcelan son levantados por nosotros mismos.
Por si no lo había aprendido en mi propia vida, encuentro tal enseñanza en eso que tiene de reválida cuando nos convertimos en padres. Veo a mi hijo empezando a aprender a aceptar la diferencia entre el Bien y el Mal, y cómo nace en él en consecuencia no sólo el sentido de la justicia, sino la paralela frustración de vivir todo eso que ocurre, y le ocurre, en contra de ella.
Y me acuerdo de mí como niño, y queriendo explicárselo a él me explico a mí mismo que es esa frustración la que nos hace nacer el miedo, la prudencia, la parálisis... todos los nombres de los enemigos de la inocencia. La misma que después nos pasamos pensando en recuperar los ratos que nos permitimos soñar despiertos.
Pero a veces, en días como hoy, corrientes aparentemente, nos llevamos una sorpresa feliz. Quizás exagere, fruto de alguna necesidad o desesperación que no reconoceré jamás. A veces descubres una verdad que en cierto modo te libera de esos barrotes que con tu miedo has levantado. Puede ser una voz en tu oreja, hablándote en la almohada, o con los labios cerca del oído aprovechando un baile lento, o al otro lado del teléfono. Es igual.
Escuchas esas palabras y por un momento dudas, aún sorprendido por comprobar que es posible también para ti. Que puedes vivir despierto el momento exacto en el que otra persona desea contigo lo mismo que deseas tú con ella.
Y sólo esperas que esa persona pueda a su vez derribar sus barrotes , igual que tú acabas de quebrar los tuyos haciendo tuya su voz. Y por eso repites la frase en voz alta.
A mi editora.
3 comentarios:
Precioso, no sé ni qué decir.
Me encanta leer cosas así.
Muchos besos.
Junto con el post de Cris, han sido dos buenas lecturas las de hoy. Muy bueno. Gracias por compartir.
Tic-tac tic-tac tic-tac...
;)
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