Republicano convencido como soy, me declaro también contento con Juan Carlos I hasta ahora. Porque lo veo como un embajador más. Y según parece, ya que no hay prensa que a día de hoy haya encontrado pruebas contra su don de gentes, para ser un rey vende bien la modernidad en que vivimos... pese a los obispos.
El caso es que no vengo a hablar del rey, sino de lo bien que me viene su cita más famosa actualmente para esta entrada: Sí, acertais: "¡¡¿Por qué no te callas?!!".
Pues eso mismo me pregunto yo cada vez que me encuentro con un amigo... bueno, más bien un conocido amable. No sé qué pensar, aunque últimamente lo veo como si viviese en un estado de ascensor permanente.
No me molestaría en absoluto si no fuera porque lo poco que conozco me dice que puede dar mucho más de sí que conversaciones o frases superficiales de cortesía, como el eco... Quizás todo esté en mi mente, y sea mío el problema por esperar de él lo que creía que podría ofrecerme, o puede que yo tenga razón, y mi "amigo" aparentaría lo mismo a cualquiera aparte de mí.
Y es así. Lamentablemente, de un tiempo a esta parte nos vemos, con tiempo de sobra (y no es mucho suponer que él también lo tiene, ya que sale a mi encuentro) y como si se tratase de una broma de cámara oculta, simplemente habla, y habla, y habla... y no dice nada. O lo que es peor, repite con sus palabras lo que yo le he contado. El colmo es ya cuando responde "sí, ¿verdad?", o "nooo, en absoluto" a propuestas que le hago que requieren una respuesta argumentada por su parte.
Francamente, no hay que ser muy listo para darse cuenta de que me está siguiendo la corriente, o lo que es igual, que dice lo que haga falta para no llevarme la contraria nunca. Él sabrá por qué lo hace. A mí me entristece, ante todo porque me quiero mucho, lo bastante como para pensar que merezco de él un poco más de calado del que obtengo.
Creedme que no hay ocasión en que no me plantee si yo puedo estar causándole precisamente la misma impresión, pero al final acabaré desechando eso también. Y es que desde hace poco me pilla prevenido, y converso sobre aviso. Nada. Sucede igual. Es como si todo fuera una interminable conversación de ascensor: El tiempo, los precios, los precios, el tiempo... No se me ocurre de dónde le nace esa necesidad invencible de romper el silencio... como si le diera miedo. Si va a ser cosa de las multinacionales de la comunicación. Tanto machacarnos con los avances en tecnología para que nos sintamos culpables de desperdiciar la oportunidad que nos dan para no quedarnos callados...
En fin, algún día si sigue en ese plan le mandaré un poquito a la mierda. Quizás cuando me canse tanto como para creerme mejor que él le espete un soberano "¡¡¿Por qué no te callas?!!"... Mi padre tuvo tiempo de advertirme "nunca digas cosas que son evidentes". Intentaré acordarme siempre que me suba a un ascensor.
El caso es que no vengo a hablar del rey, sino de lo bien que me viene su cita más famosa actualmente para esta entrada: Sí, acertais: "¡¡¿Por qué no te callas?!!".
Pues eso mismo me pregunto yo cada vez que me encuentro con un amigo... bueno, más bien un conocido amable. No sé qué pensar, aunque últimamente lo veo como si viviese en un estado de ascensor permanente.
No me molestaría en absoluto si no fuera porque lo poco que conozco me dice que puede dar mucho más de sí que conversaciones o frases superficiales de cortesía, como el eco... Quizás todo esté en mi mente, y sea mío el problema por esperar de él lo que creía que podría ofrecerme, o puede que yo tenga razón, y mi "amigo" aparentaría lo mismo a cualquiera aparte de mí.
Y es así. Lamentablemente, de un tiempo a esta parte nos vemos, con tiempo de sobra (y no es mucho suponer que él también lo tiene, ya que sale a mi encuentro) y como si se tratase de una broma de cámara oculta, simplemente habla, y habla, y habla... y no dice nada. O lo que es peor, repite con sus palabras lo que yo le he contado. El colmo es ya cuando responde "sí, ¿verdad?", o "nooo, en absoluto" a propuestas que le hago que requieren una respuesta argumentada por su parte.
Francamente, no hay que ser muy listo para darse cuenta de que me está siguiendo la corriente, o lo que es igual, que dice lo que haga falta para no llevarme la contraria nunca. Él sabrá por qué lo hace. A mí me entristece, ante todo porque me quiero mucho, lo bastante como para pensar que merezco de él un poco más de calado del que obtengo.
Creedme que no hay ocasión en que no me plantee si yo puedo estar causándole precisamente la misma impresión, pero al final acabaré desechando eso también. Y es que desde hace poco me pilla prevenido, y converso sobre aviso. Nada. Sucede igual. Es como si todo fuera una interminable conversación de ascensor: El tiempo, los precios, los precios, el tiempo... No se me ocurre de dónde le nace esa necesidad invencible de romper el silencio... como si le diera miedo. Si va a ser cosa de las multinacionales de la comunicación. Tanto machacarnos con los avances en tecnología para que nos sintamos culpables de desperdiciar la oportunidad que nos dan para no quedarnos callados...
En fin, algún día si sigue en ese plan le mandaré un poquito a la mierda. Quizás cuando me canse tanto como para creerme mejor que él le espete un soberano "¡¡¿Por qué no te callas?!!"... Mi padre tuvo tiempo de advertirme "nunca digas cosas que son evidentes". Intentaré acordarme siempre que me suba a un ascensor.
9 comentarios:
Buenas tardes
Precisamente hace poquito hablaba con una persona sobre la diferencia entre hablar y decir cosas.
La otra persona me decía que a él no le importaba "de qué", que lo que le importaba era simplemente hablar, y que anteponía "hablar" (fuera del tema que fuera) a leer un libro o ver una película.
Entendí que quería decir que le importaba más la compañía humana que otras distracciones más "solitarias", y que daba más valor al hecho mismo de estar con gente que al placer de una lectura, por muy buena que fuese.
Y, para variar :P, no compartí su pensar.
A mí me encanta hablar, decir, contar... algo. Lo siento, pero hay conversaciones que no me satisfacen lo más mínimo y ante ellas prefiero leer un libro o limpiar el ropero a fondo.
¿Significa eso que prefiero otras distracciones a la compañía de algunas personas? Pues visto así, mi respuesta es sí.
La misma persona me argumentó entonces que en ocasiones las conversaciones empiezan de forma trivial y terminan tornándose interesantes. Yo no digo que no. Pero también digo que en ocasiones no se llega nunca a profundizar EN NADA. No es culpable ninguno de los dos interlocutores; puede que sea simplemente falta de simpatía, de química, yo qué sé.
Eso que te sucede a tí, A través, nos pasa a todos. Y todos querríamos decirle a algunos amigos de vez en cuando: "no me digas que estás bien sólo como frase retórica, dime realmente CÓMO ESTÁS".
Al mismo tiempo, querríamos que cuando nos preguntaran cómo estamos esperaran una respuesta alejada de la típica: "bien, y tú?".
No sé por qué muchos somos a veces tan superficiales, y si es coraza, o falta real de implicación. Pero esa sensación que estás pasando se vive continuamente por todos los puntos del planeta.
Y luego, va y nos morimos, o se mueren, y el otro dice: "ah, pero ¿acaso estaba mal?"
Buena entrada, sí señor ;)
Si no hay nada que decir mejor quizá callar
Pero por qué no hablar con sinceridad y decirle que no necesitas que te siga la corriente.
Así que no te calles...
Por ejemplo, eso del rey con su "puesto de modernidad" no lo comparto, para mi que lo que vende es retrogracidad.
Salud
Hola guapiño!!!
Pues yo he mandado a callar a mucha gente, y mira no me ha ido mal, me he quedado con poca gente pero buena, merece la pena.
Biquiños meu!!!
Hola de nuevo,
Pese a mi megacomentario, vuelvo a las andadas para decir que el consejo que te dio tu padre sobre el callar las evidencias para matar el silencio fue un buenísssssssimo consejo ;)
Buenos días a todos, y gracias otra vez por participar.
Veamos, Majo:
Pues claro!Nos pasa a todos, pero eso nunca es consuelo. Ya te digo que la clave en este asunto no es que suceda, sino que suceda con ese amigo del que yo esperé más... justo por esperarlo. Vamos, que el problema es mío, cómo no!
Y eso, como diría el médico saliendo de detrás de la cortina: "Ya no hay nada que hacer"...
Y en cuanto a "las personas por encima de todo" me parece tan rígido como "cualquier cosa menos las personas". Mis estados de ánimo no excluyen nada por demasiado tiempo. La autoestima no debería significar cerrarse uno mismo las puertas para vivir y aprender.
El consejo del silencio tiene un "reverso tenebroso"... que últimamente no me saco de la cabeza el "Silencio", de Bisbal!!!
Clem, hombre, no me podrás negar que teniendo que ser rey, teniendo que respetarlo porque al PP no lo veremos nunca republicano, y el PSOE tardará mucho (si lo hace) en volver a defender una república... el buen hombre, ya que impuesto, se mete muy poco en opinar, si lo ha hecho, y no que yo recuerde (a la reina, la vez que se salió del margen, buena colleja le dimos). En fin, reyes aparte, creo que lo mejor es que escuche un rato a un conocido que tengo, técnico de ascensores...
Maruxiña, sí.
Aunque para mí es mejor anticiparse (señal de haber aprendido) y curarse en salud: Dejar de coger ese ascensor e ir a partir de ahora por las escaleras... y todo va de verdad de deporte.
Estoy de acuerdo con Clem. A mí me dijeron una vez eso en el blog: Lo de si al hablar no has de agradar... Y pensé "Pues vaya".
Lo último que necesito es que me den coba...
Así que nada... Me comprometo a llevarte la contraria a partir de ahora cada vez que lo crea conveniente.
Besotes!
Pero Cris!!
Ainsss, que me ha vuelto a pasar: Yo daba por hecho que ya lo estabas cumpliendo!
Bueno, al menos ahora estoy seguro:P
a. del espejo, lo del rey fue un ejemplo....A ver que tal reaccionas cuando no se está de acuerdo contigo; porque, a ver si ese amigo ha llegado ya a la conclución que mejor no llevarte la contraria....jjjjejejejooo...
Un abrazo. clem
Frecuentemente me ocurre que la gente no me habla... me revienta los oidos con basura convencional.
Y no hay cosa que mas rabia me de, que tengamos tan grande la cabeza, tan habil la lengua, y la usemos para balbucear chorradas.
Qué envidia de los monos.
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