Mira... no es por nada, pero no me tengo por un colgado, ni friki. Y aún así, sé que existe. Muchas veces nos vemos a nosotros mismos como bichos raros porque la vemos. Sí, por favor no me tomes a broma.
Pertenece... no sé explicarlo. Como si fuera un plano diferente de la realidad, que es donde estamos cuando hacemos lo cotidiano. Ir al banco, a sellar el paro, al súper. Qué sé yo, Mientras limpiamos la casa, o ponemos las lavadoras. Cuando estás atareado no la verás. Ni de coña. Y ¿ves? Justo ahora que te lo voy contando caigo en la cuenta:
Necesitas una especie de trance. Mucho silencio, así que la soledad ayuda. Deja que te lo explique, y acabas de acuerdo conmigo. Ya verás. Es como esa canción, ésa que dice que nada es real, y que la vida es sueño, ríe ahora y llora luego. Pues eso. A ver si no me lío, porque una cosa es sentirlo, y otra ponerle palabras.
Me vienen un montón de palabras a la cabeza para asociarlas con ella: Coherencia, integridad, dignidad, sensatez, franqueza... y también hipocresía, ignorancia, suficiencia, contumacia... y una inevitable sensación de ridiculez y vergüenza ajena. Ah! Y de bloqueo. En serio. Yo me bloqueo. Es horrible, y me da mucha rabia, porque por mucho que pase, no consigo estar prevenido para una nueva. Eso uno. Y dos, porque ya me sale como un resorte: Al instante pienso que puede estar ocurriéndome a mí mismo, confundiendo integridad con estupidez, y cayendo en una prepotencia que no me podría perdonar. Me muero del corte si descubro que yo también lo hago.
No te pierdas. Tranqui. Estoy seguro de que tú sabes a qué me refiero. Si no lo creyera no te lo contaría. Yo me quedo rumiando. Prefiero esa palabra, lo define mejor. Pasar una idea por varios criterios, incluso de delante hacia atrás, volviendo sobre los pasos por si me dejase algo. Pensando a la inversa, ya sabes, en el lugar del otro, para encontrar más fácil explicaciones a qué le impulsa a hacerlo.
Ahora ya lo apuesto todo. No estoy loco. Mira: Es una experiencia en concreto, o una racha, buena o mala, la que te espabila, y te baja de la nube. Dejas de hablar de ti mismo con certezas y en términos absolutos. Y, paradojas de la vida, eso no implica ignorar tus límites. Simplemente sabes que cuanto más seguro te crees de cómo eres, antes te contradices.
En cambio, empiezas a ver a montones de personas... entre tus conocidos, parientes, compañeros de trabajo... en fin, tu mundo cercano, que se juzgan siempre con una condescendencia y autosuficiencia ridícula, culpable, con algo que te acaba dando la risa... por no llorar. Yo la llamo “la mota negra sobre la sonrisa profidén” (que rima con “que le den”) Y acabas pensando cuánta humildad, o prudencia, o sentido común, yo qué sé... tendríamos que procurar, para dejar de verla.
Te dije que la verías.
Pertenece... no sé explicarlo. Como si fuera un plano diferente de la realidad, que es donde estamos cuando hacemos lo cotidiano. Ir al banco, a sellar el paro, al súper. Qué sé yo, Mientras limpiamos la casa, o ponemos las lavadoras. Cuando estás atareado no la verás. Ni de coña. Y ¿ves? Justo ahora que te lo voy contando caigo en la cuenta:
Necesitas una especie de trance. Mucho silencio, así que la soledad ayuda. Deja que te lo explique, y acabas de acuerdo conmigo. Ya verás. Es como esa canción, ésa que dice que nada es real, y que la vida es sueño, ríe ahora y llora luego. Pues eso. A ver si no me lío, porque una cosa es sentirlo, y otra ponerle palabras.
Me vienen un montón de palabras a la cabeza para asociarlas con ella: Coherencia, integridad, dignidad, sensatez, franqueza... y también hipocresía, ignorancia, suficiencia, contumacia... y una inevitable sensación de ridiculez y vergüenza ajena. Ah! Y de bloqueo. En serio. Yo me bloqueo. Es horrible, y me da mucha rabia, porque por mucho que pase, no consigo estar prevenido para una nueva. Eso uno. Y dos, porque ya me sale como un resorte: Al instante pienso que puede estar ocurriéndome a mí mismo, confundiendo integridad con estupidez, y cayendo en una prepotencia que no me podría perdonar. Me muero del corte si descubro que yo también lo hago.
No te pierdas. Tranqui. Estoy seguro de que tú sabes a qué me refiero. Si no lo creyera no te lo contaría. Yo me quedo rumiando. Prefiero esa palabra, lo define mejor. Pasar una idea por varios criterios, incluso de delante hacia atrás, volviendo sobre los pasos por si me dejase algo. Pensando a la inversa, ya sabes, en el lugar del otro, para encontrar más fácil explicaciones a qué le impulsa a hacerlo.
Ahora ya lo apuesto todo. No estoy loco. Mira: Es una experiencia en concreto, o una racha, buena o mala, la que te espabila, y te baja de la nube. Dejas de hablar de ti mismo con certezas y en términos absolutos. Y, paradojas de la vida, eso no implica ignorar tus límites. Simplemente sabes que cuanto más seguro te crees de cómo eres, antes te contradices.
En cambio, empiezas a ver a montones de personas... entre tus conocidos, parientes, compañeros de trabajo... en fin, tu mundo cercano, que se juzgan siempre con una condescendencia y autosuficiencia ridícula, culpable, con algo que te acaba dando la risa... por no llorar. Yo la llamo “la mota negra sobre la sonrisa profidén” (que rima con “que le den”) Y acabas pensando cuánta humildad, o prudencia, o sentido común, yo qué sé... tendríamos que procurar, para dejar de verla.
Te dije que la verías.