lunes, 7 de julio de 2008

Elogio de la Locura (2ª parte)



Lo primero que debemos tener en cuenta como profesores es que tenemos que salvar una distancia de conocimiento. El hueco que existe entre lo que nosotros sabemos y lo que los alumnos saben. Para aprender a hablar bien un idioma deben conocerse los límites que hemos mencionado antes, los límites que marcan la diferencia entre lo que comunica y lo que no comunica, lo que llamamos normas gramaticales, y evitar y corregir los errores derivados del hecho de ignorar tales límites.

Debemos hacer conscientes a los alumnos de cuáles son los criterios que deciden qué es correcto y qué no, y por qué. Les hacemos conscientes de modo que consiguen interiorizar dichos criterios hasta el punto de que en sucesivas oportunidades se hacen capaces de detectar errores propios y ajenos por sí mismos, y corregirlos. De esta manera alcanzamos el fin que todo proceso de educación conlleva: Enseñamos a aprender: Formamos personas autónomas en su aprendizaje.

Pero, ¿cómo alcanzo a armar un hilo de razonamiento que pueda ser seguido por mis alumnos, si estos están aprendiendo a desarrollar procesos mentales de abstracción de normas generales? Sencillamente, descendiendo un metafórico escalón en el proceso mental por el cual un adulto utiliza ya mecánica y casi inconscientemente la abstracción, y siguiendo el mismo paso a paso, detenidamente, recurriendo al pensamiento lógico y analógico a través de ejemplos simples que reafirmen la norma general, organizando los conocimientos adquiridos en clases, categorías y demás estructuras que caracterizan las lenguas como sistemas gramaticales.

Es, por lo tanto, imprescindible tender el puente desde las dos orillas, comenzando por tender el primer tramo desde el profesor hacia al alumno, y progresar después desde ambas orillas, a medida que el alumno, individualmente, y la clase como ente colectivo, aumentan su capacidad de razonamiento, sus habilidades lingüísticas y su aprendizaje general.
Este método de enseñanza no es nuevo, ni de lejos. Hace 2.500 años, en Grecia, Sócrates aplicaba la mayéutica en sus enseñanzas.

Aquí intercalo una cita de Wikipedia sobre la mayéutica:

La idea básica del método socrático de enseñanza consiste en que el maestro no inculca al alumno el conocimiento, pues rechaza que su mente sea un receptáculo o cajón vacío en el que se puedan introducir las distintas verdades; para Sócrates, es el discípulo quien extrae de sí mismo el conocimiento. Este método es muy distinto al de los sofistas: los sofistas daban discursos y a partir de ellos esperaban que los discípulos aprendiesen. Sócrates, mediante el diálogo y un trato más individualizado con el discípulo, le ayudaba a alcanzar por sí mismo el saber.
La mayéutica sigue utilizándose como método educativo, más aún, es el método educativo por excelencia si se entiende la etimología (latina) de la palabra educación, método educativo que funciona haciendo preguntas al alumno para que este llegue por sí mismo a las conclusiones, en este sentido, la mayéutica como genuina educación es prácticamente lo opuesto a la instrucción. Los profesores saben que lo razonado se aprende mejor que lo memorizado y este método de aprendizaje no ha perdido vigencia con el paso de los siglos.

Es entonces cuando, con más motivo si cabe, el aprendizaje de una lengua extranjera parte del diálogo, del intercambio persona-persona, de lo oral, que es siempre anterior a lo escrito.
Pongo énfasis en este aspecto porque no olvido cuáles son las directrices educativas que establecen las Comunidades Europeas en cuanto al curriculum del curso para el que he organizado la programación didáctica que he venido a defender.

Soy consciente de que llegados a este punto, en el 4º curso de ESO se establece que debe primar el desarrollo de las habilidades de escritura y comprensión lectora, es decir, el trabajo con textos de modo que los alumnos sean capaces de comprender y asimilar ideas principales y secundarias, así como reproducir estructuradamente de acuerdo a los principios de cohesión y coherencia su pensamiento por escrito acerca de cuestiones de interés global.
Ello siempre, dicho sea de paso, sin que el desarrollo de tales habilidades de lectura y escritura supongan una merma en la atención a las habilidades de habla y escucha activa.
Pero yo me pregunto, ¿cómo es posible hacer hincapié en que los alumnos sepan escribir bien cuando ocurre que, desgraciadamente con mayor frecuencia, los alumnos no saben hablar correctamente su propia lengua materna? Con cada nueva generación, encontramos que los alumnos son cada vez menos hábiles a la hora de expresar ideas y opiniones relativas a conceptos abstractos, a la par que, en una sociedad abarrotada de información, se muestran cada vez proporcionalmente más ignorantes del mundo que les rodea.

Señoras y señores, no teman, no me tengo por ningún iluminado que pretende resolver graves problemas que todos ustedes conocen de sobra. Tan sólo quiero mostrarles que me doy perfecta cuenta de la realidad con la que nos enfrentamos como profesores. Mi experiencia en la profesión no es tan amplia como la de ustedes, pero es la suficiente para reconocer que es el propio método de enseñanza de una lengua extranjera el que se cuestiona en estas circunstancias.
No es mi intención ir en contra del curriculum general establecido, ni por tanto en contra del contenido de la programación que he venido a presentarles. Se trata simplemente de percatarse de que en determinadas condiciones, para dar dos pasos adelante es preciso dar un paso atrás.
(...)

1 comentario:

Majo dijo...

Como dijeron los ketama: No estamos locos, sabemos lo que queremos... vive la vida igual que si fuera un sueño...