sábado, 21 de marzo de 2009

La Muerte y los Mesías



El número de personas que se tienen que morir para que uno aprenda puede variar muchísimo de unos a otros. Algunos de hecho se mueren sin haberlo aprendido. Hoy me siento más fuerte porque siento que he aprendido de esas muertes. Que lo he aprendido, pensando con ello que en realidad es sólo eso lo que se puede aprender, aunque como consecuencia la perspectiva y las actitudes cambian de tal manera que uno se siente más libre, y por tanto más fuerte.


¿Y qué es? Ah! Nada que no sepamos, aunque lo ignoramos al evitar contar con semejante tabú en nuestro día a día. A mí me da que el tabú nace de confundir tener en cuenta todos los días a la Muerte con vivir postrado por el miedo a que llegue "antes de tiempo". Me hace gracia esto: Como no podemos controlar su llegada, estando como estamos más o menos a expensas del azar (los accidentes ocurren...) vivimos demasiado tiempo pensando que no estamos preparados si nos pilla jóvenes, y sobre todo, sin haber cumplido con un mínimo de expectativas más o menos convencionales: Tener un libro, plantar un hijo, y escribir un árbol. O algo así...

El caso es que en el tiempo que he vuelto a vivir con mi madre (suma de sentimientos contradictorios y deseo de que esa convivencia no dure tanto como está durando) he estado más cerca que nunca de la Muerte...


Tranquilos, esto no tiene nada que ver con Norman Bates, por mucho que vuestra imaginación os juegue surreales pasadas. Hablo de cómo, sana como está, se suceden a su alrededor cada vez más a menudo las enfermedades, los achaques, los "con lo que esa persona era, y ahora...", los "¿sabes quién se ha muerto?", los "me han dicho que está fatal"... y el peor de todos los males: "ya no conoce a nadie".
Hablo de cómo se le va haciendo más y más presente ( y con ella, a mí) el hecho de la Muerte, de no estar. Del vacío. Como si no se le hubiera hecho bastante presente tras haber ido perdiendo a su padre, a su suegro, a su madre, a su marido, a amigos...

Pero de las dos actitudes que como mínimo hay ante la Muerte, yo me quedo con la que me libera. Me lo debo ante todo a mí mismo, a mi deber de vivir para el Bien, propio y ajeno. Se lo debo al propósito de que las muertes de los seres queridos no pueden ser en vano. Y aunque sólo sea por la persistencia de la vida por abrirse camino, con el nombre de mi peque.

Por ello soy optimista. Y fuerte. Y a los que me ven con una tierna condescendencia por mi inocente ignorancia, por no haber sufrido lo bastante como para estar más "de vuelta", les digo lo de siempre. Que esto no es un valle de lágrimas. Puedes vivir esperando que un día llegue alguien que te muestre la luz. Alguien a quien seguir o de quien colgarse, delegando en él el poder de liberarte. Puede ser un dios, un ídolo, un filósofo, un líder político, un pariente, un compañero. Llamémosle liberarse, madurar, hacerse mayor, crecer... Da lo mismo el nombre. Que venga quien quiera. Que llegue.
Que lo que yo tenía que aprender me lo enseñó quien se fue. Al irse.

4 comentarios:

Majo dijo...

... y qué cuello tan desagradable de ver tenía la Streep en esa película, ¿eh? ;)

Leí hace poco algo de Rosa Montero que decía algo así como "señores, lo peor está por venir". Eso mismo me dijo mi madre hace unos meses (desde luego, pienso que hay formas mejores de tratar de "animar" a una persona que lo está pasando mal :(.

A mí me angustia muchísimo, y aunque soy de las que agradezco a diario lo que todavía tengo -que es mucho-, no quita que a veces se me vaya la mente hacia lo que me queda por pasar, e incluso egoístamente quizás pienso que sería mejor marchar yo antes.

Y ya paro, que esto va a parecer un entierro, pero la culpa fue tuya, que lo sepas :D

Paula dijo...

No sé si la muerte te enseña o no. Lo único que tengo seguro es que es algo que va a llegar, en cualquier momento, y me angustia. Y no tanto por mí, como muerte en sí, sinó en la forma que tome para llevarme. Concretamente, me aterra el sufrimiento, el dolor que pueda acarrear antes de poner punto y final a su cometido.
Eso en lo referente a mi persona. En cuanto a los que quiero, pienso como Majo: preferiría irme primero. ¿Para ahorrarme el sufrimiento? ¿Soy egoísta por eso? Pues seguramente sí.
En cuanto a estar rodeado de muerte, es normal que a partir de una edad la tengas más palpable, más real. Llega un momento en que la vida deja de darte cosas para empezar a arrebatártelas y eso no nos gusta, sobre todo porque es una de las pocas cosas que se escapan a nuestro control.
Mi peor pesadilla, si cabe, y ya te lo comenté una vez, es perder los recuerdos, la identidad, el no saber quién eres, qué haces con esa gente que te mira con ojos de "pobrecilla, no regula bien" y te inunda de preguntas tales como "¿no sabes quién soy? ¿de verdad no te acuerdas? pero... si te lo acabo de decir!
Este jueves estuve de nuevo con mi abuela. 88 años tiene ya. Hasta hace poco se valía ella sola para todo. Era la típica abuela delgadita, inquieta, alegre, que no paraba de vacilarte un solo momento. Hace un par de años se cruzó con el Alzheimer y éste le cogió tanto cariño que se ha apropiado de su mente. Ahora está más tranquila, como viendo la vida pasar. Ha pasado de preguntar todo el rato a simplemente observar (pienso que se ha cansado de las preguntas tontas de los demás y de dar las respuestas equivocadas una y otra vez). Yo nunca le pregunto nada. La saludo directamente con la palabra abuela por delante para ayudarle a ubicarse. Me mira mucho. Creo que a veces incluso sabe realmente quien soy.Ahora se niega a comer si no le dan la comida. Es como un acto de rebelión, creo yo. Y es que todo el mundo le dice lo que tiene que hacer, cuándo y cómo. Y creo que se ha cansado de que nadie le pregunte lo que quiere hacer. Esto me apena muchísimo. No me gustaría llegar a eso.
Lo único positivo que he sacado este jueves de estar con ella ha sido un momento de complicidad que hemos tenido las dos. Mientras mi madre se esforzaba por darle de comer y de animarla a que comiese ella sola, se me quedó mirando fijamente durante un buen rato y nos echamos a reír a la vez, como en un pacto secreto.
Sé que todavía sigue ahí, en el fondo de esa mente perdida.

Cris dijo...

Confieso: tengo miedo a la muerte.
Bueno, no a la muerte, más bien a los muertos. No porque piense que se vayan a levantar y me ataquen, no, por dios. Pero me da un yuyazo verlos... no soy capaz... Con la sangre me pasa lo mismo... como para ser enfermera...

De todas formas, no me angustia la idea de morir, me gusta la vida, disfruto de ella, soy consciente de lo que tengo, y cuando me muera, qué más me dará todo, si no me voy a enterar...

Desde mi punto de vista, tu actitud es la mejor.

Un beso para tí y otro para tu madre.

Fernando García-Lima dijo...

Qué entrada tan amarga... Me quedo con que no estamos en un valle de lágrimas, aunque muchos se empeñan en convertirlo en eso.

Un abrazo

P.S. Y permitido el tuteo. Gracias por el ofrecimiento :-)